Una de las mayores satisfacciones de mi vida ha sido trabajar en el mundo de la discapacidad intelectual, y de veras que recibí las mayores caricias, cariño y ternura, por cuanto que tenía ante mí a personas que no veía discapacitadas, sino que tenían una forma de ser, una capacidad para ver el mundo y vivirlo con alegría, sencillez y humildad. El contacto te va obligando a empatizar con su mundo, y te contagian de esa humildad y sencillez que nos hace falta a los «normales». Esto sucede con la película Campeones, que te engancha, y entre risas y la seriedad del mensaje, te va haciendo descubrir un mundo que para la mayoría de las personas es desconocido. El largometraje, premiados como mejor película en los Goya, cuenta la vida de Marco, un entrenador profesional de baloncesto, que se encuentra preparando a un equipo de personas con discapacidad intelectual como condena por un juicio que pierde. La nueva aventura que inicia le comportará una nueva forma de ver y vivir la vida, puesto que empezará a darle importancia a las cosas que realmente la tienen. Esta película aborda el fascinante mundo de las personas con discapacidad intelectual con la misma naturalidad con la que ellos afrontan sus vidas. La falta generalizada de prejuicios sobre cualquier asunto durante todo el filme y la afición por decir las cosas tal y como piensan permite que los protagonistas caminen por una aventura divertida y humanamente deliciosa, y demostrar que, como siempre, lo sencillo y cercano es también lo más difícil de conseguir. Un actor profesional como Javier Gutiérrez, dirigido por Fesser, se une a ese grupo de personas, no actores, y asume el riesgo de transformar la tristeza en diversión. Más toda esta semblanza de la película no debe anular el mensaje de denuncia que va más allá de los premios, y es el de la integración social de los discapacitados olvidando que son personas con dignidad y derecho a ser atendidos, según su índice de capacidad (severa, moderada, leve y límite). Una integración que conlleva la vida laboral en la que Córdoba es pionera con la creación de Promi en Cabra, cuyos trabajos adaptados a ellos cambió radicalmente la visión de estas personas, fruto de unos visionarios como los hermanos Juan Pérez Marín y José, médico y sacerdote respectivamente. Por otro lado, la familia, comunidad de amor, ha de aceptar y tratarlos desde el principio, no por sus defectos sino tal y como son, aunque precisan de ayuda para despejar la preocupación del qué sucederá cuando faltan los padres. Es verdad que rompen los esquemas y valores de nuestra sociedad, mas el problema no es de ellos sino de una cultura que no los entiende.

* Licenciado en C.C. Religiosas