Un típico de los meses estivales, particularmente de julio, son los campamentos como alternativa ocupacional para los más jóvenes de la familia hasta edades adolescentes. La oferta es enorme, en precios, ubicaciones y objetivos.

Campamentos públicos e institucionales con subvenciones de la Administración como los clásicos de la Diputación Provincial en el albergue de Cerro Muriano o el ofertado por primera vez este año por la UCO en los Colegios Mayores. Privados estrictamente mercantiles organizados por empresas especializadas, academias e incluso centros educativos. Y también de carácter social o religioso organizados por asociaciones y entidades sociales, benéficas o religiosas. Unos tienen como objetivo diferencial la educación musical o el perfeccionamiento de un instrumento particular como los célebres de Cabra; otros la actividad deportiva, bien centrados en la natación o en deportes como el fútbol como los celebrados en las instalaciones del Fontanar; otros el aprendizaje de un idioma ya sea en el extranjero o bien con campamentos de inmersión lingüística como los organizados por TECS; otros se basan fundamentalmente en el conocimiento, el debate y la investigación como los organizados por las Universidades; otros la formación humana y religiosa, como los organizados por Misioneros de la Esperanza en Villaviciosa; o bien el mero conocimiento de la naturaleza y las actividades al aire libre, con actividades de rafting, rapel, escalada, paintball, tirolinas, raid como los celebrados en Benamejí o Iznájar.

Unos son en recintos climatizados, otros en costeados bungalows, y otros en tiendas humildes de campaña compartidas. Pero el denominador común de todos ellos es la convivencia, aprender a relacionarnos en entornos distintos y con personas diferentes desde el respeto y la empatía, enriqueciendo de paso según el objetivo temático del campamento, la mochila cultural y personal de cada uno.

Los campamentos son hoy más necesarios que nunca, por todo lo que aportan a nuestros jóvenes, sacándolos de la cápsula en la que viven a menudo. En ocasiones los chicos son reacios a romper sus comodidades, a vencer las inercias de sus rutinas, a asumir el reto de conocer personas y escenarios diferentes. Pero sin duda, se convierten en una oportunidad de la que normalmente todos salen contentos, con más amigos y un bagaje personal que les ayudará a crecer como personas. Por eso, frente a la exasperación de la play, las horas muertas de smartphone o de tele, las colonias son un referente insustituible con el que deben contar las familias en los meses largos de estío.

* Abogado