Los que fuimos a EGB, en aquellos años del Seat 127 o el Renault 5, íbamos mayoritariamente andando o caminando al colegio. Era raro ver a algún alumno o compañero bajarse de un coche en la puerta del colegio o sus aledaños. De hecho casi nadie nos planteábamos ir sobre ruedas al cole. Incluso hasta los maestros iban andando. Ese rosario de niños y niñas caminando con sus carteras por las calles cordobesas con la pujanza y el paso fresco de la niñez era cotidiano en el paisaje de la ciudad. Aunque eso sí, la mayoría íbamos además de caminando, solos o acompañados de los hermanos. Nos teníamos que levantar más temprano para incluir el tiempo del trayecto en nuestro horario escolar. Tenía ese puntito de independencia y aventura como era transitar por las calles que te iba alejando de la propia o incluso del barrio. Te ibas quedando con las caras de la gente que bullía a esas horas, te encontrabas con compañeros de clase y con sus hermanos y socializabas con ellos. Te sentías mayor. Era como si la primera asignatura del día en vez de las matemáticas o la lengua fueras hacerte cargo de ti mismo y de tus hermanos. En definitiva era una actividad que aumentaba nuestra autoestima y concentración, además de potenciar relaciones familiares y con la comunidad. En estos últimos lustros la situación ha cambiado radicalmente, y han venido siendo los coches los que en las puertas de los colegios han venido escupiendo niños con sus carteras. Ahora el sedentarismo y la contaminación han echado a codazos a la libertad de aquellos años. Aunque no todo está perdido. La Delegación de Educación del Ayuntamiento de Córdoba ha comenzado programa Camino al Cole con más de un centenar de alumnos inscritos. Hay muchos espacios en la ciudad que el progreso ha robado a los niños, ahora toca recuperar uno de ellos.