La investidura en Andalucía ha sido más formal que otra cosa, todas lo son, pero esta, ya se había producido fruto de unos pactos que hacían que la sesión tuviera más aspectos rituales que otra cosa. Lejos de Andalucía se había decidido el gobierno. Una operación de estado, diría; investidura, además, para los observadores, aquejada de estrabismo político. El eje de análisis o de visión, marea. No se sabe si mirar el acuerdo de PP-Vox, al de PP-Cs o el de todos, entre ellos, para destronar al socialismo.

La esperada puesta de largo de la extrema derecha no ha tenido nada de espectacular. Operación de autoblanqueo, de quitar miedo. Presentación en sociedad española, reafirmación de sus principios ideológicos. Una extrema derecha parece que dócil pero taimada, cómoda con el PP, a la espera, sobre todo, de crecer en España. Su mayor objetivo.

Por lo demás, los discursos del bloque de gobierno han sido versallescos, como corresponde al ceremonial, todo estaba decidido en los cenáculos madrileños. Los socios se han dedicado a competir por ver quién ha sido más decisivo en el cambio, si Vox, según Vox, o Ciudadanos según Ciudadanos. Será la tónica. Vox se ha regodeado en su poder decisivo, Ciudadanos competía por lo mismo. No parecía sentirse en su salsa la grey de Albert Rivera.

La izquierda, aún en estado de shock, no asume su papel después de ser incapaces de adaptarse a la nueva realidad política de Andalucía. Los rifirrafes con Juanma Moreno, la única alteración cardiaca de la sesión, se corresponden más con el parlamentarismo tertuliano que con la apertura de un nuevo ciclo opositor.

Susana Díaz se la jugaba. Es difícil reciclarse para ser oposición, estando educada para gobernar. Difícil por su inestabilidad orgánica. Ya no es que encuentre oposición y empujones desde el sanchismo, es que surgen opositores, hasta ahora asolapados, en sus propias filas. Sin embargo, su intervención fue la mejor. Demostrando conocimientos y diseccionando a la perfección las debilidades e insuficiencias del acuerdo.

Ha llegado el cambio, dicen, pero sin recambio. Será muy difícil cambiar según el guion trazado por Moreno. Todo depende de la extrema derecha. La otra geometría parlamentaria no lo pondrá fácil.

La clave de la estabilidad, paradójicamente, la tiene Vox, no Ciudadanos. El PP está cómodo, ideológicamente, también. Juan Marín dice que él será el opositor dentro del gobierno; difícil, muy difícil, entre otras cosas porque Vox ha decidido ser, en la coalición parlamentaria, la oposición a Ciudadanos. A Marín solo le correspondería ser la clave de la ruptura. Algo así adelantó Rivera. Una crisis antes de gobernar, incluso. Quiero creer que la legislatura, aunque inestable, durará, salvo catástrofe en las elecciones municipales y europeas.

Malos tiempos para Andalucía si prevalece el extremismo de derecha que mina los valores constitucionales. No habrán cien días de gracia, ya ha empezado la resistencia. Lo que nos tememos muchos, y espero que no sean posible, son unos primeros cien días de desgracias.

* Analista político