Con el tiempo en el argot y en el terreno del trabajo, comprendí que «camarada» es un compañero de trabajo. Alguien que, como tú, sufre las inclemencias del rigor laboral, del sudor, del sufrimiento. Cuando el usurpador es el empresario.

Es cierto que sin capital no hay nada que hacer. Pero no menos cierto que la esclavitud no debe regir los desmanes del empresario.

Gracias, nada más, camarada, aquella palabra que me irritaba cuando la piropeaban. Ya no.