El 26 de julio de 1953, un grupo de guerrilleros liderados por Fidel Castro asaltaron el cuartel de Moncada. La operación fracasó y los atacantes fueron detenidos. Tres meses después se celebró el juicio. Castro leyó su defensa. Un discurso de cuatro horas. La historia me absolverá, pronunció. Y la historia, lo que le proporcionó, fue un sinfín de oportunidades. Él las aprovechó todas. Con unas dio la esperanza al pueblo. Con otras, quebrantó la libertad y los derechos humanos. El cortejo fúnebre de Castro duró cuatro días. Sus cenizas recorrieron más de mil kilómetros en un vehículo militar. Cuando pisaba las calles de Santiago, muy cercal del cuartel de Moncada, el coche se averió y cuatro militares tuvieron que empujarlo para seguir el cortejo. Quizá, ante el recuerdo de aquel edificio que un día fue el inicio de todo, la historia y Castro mantuvieron un póstumo pulso. Quizá el comandante necesitaba pronunciar un último discurso. Y los suyos nunca fueron cortos. Por algo ostenta el record Guinness del discurso más extenso de la historia de la ONU. ¿Qué diría Castro en su defensa? ¿Sabría encontrar las palabras para conseguir la magnanimidad de la historia? Al fin, el motor arrancó. Se fue el Comandante… y calló».

*Periodista