Tiempo atrás Córdoba se preciaba por su pulcritud y limpieza. Daba gusto pasear por nuestras calles y avenidas. Eran ejemplo de saneamiento y aseo.

Recuerdo que, en mi niñez, cuando con mis padres iba por la noche al cine, especialmente al Gran Teatro, al salir de la función, posiblemente después de las diez de la noche, nos encontrábamos con brigadas de barrenderos, así se les llamaba entonces a los encargados de tener nuestras calles más limpias que el jaspe, como dice la expresión popular, que manga y cepillo en mano, se dedicaban a barrer y limpiar las calles de nuestra ciudad. El agua que, a la máxima presión, salía de sus mangueras, unida al efecto de las púas de los cepillos, no sé si metálicas o de raíces, producían un efecto incontestable para eliminar la suciedad que los ciudadanos, por el uso normal dejábamos en ellas.

Esa inveterada costumbre de asear el pavimento de nuestra ciudad ha perdurado en el tiempo hasta que nuestro Regimiento municipal, posiblemente por la mayor efectividad en su labor, sustituyó los equipos de barrenderos por medios mecánicos que activados por el ser humano barren las calles con potentes chorros de aire que ubican en un mismo lugar hojas de árboles, colillas y papeles que encuentran esparcido por el pavimento y unos vehículos pesados provistos de dos rueda delanteras, dotadas de unos finas y estrechas láminas metálicas que giran continuamente, los recogen y limpian la calzada.

También es corriente ver equipos de limpiadores que, con escoba y recogedor en mano, juntan los desperdicios orgánicos de nuestras vías y los vierten en un gran cubo que portan para tal efecto. Lo que son las calzadas y los acerados, sin papeles, colillas o restos orgánicos que las cubren de desperdicios, se encuentras más o menos limpias

Bien, todo esto no sólo es correcto sino perfecto, ¿entonces hay algún motivo de queja? Sí que existe.

Por cualquier calle que paseemos encontramos el pavimento cubierto de suciedad rancia, inveterada, no, no es porquería reciente, está asentada en el suelo, es roña, es mugre, es cochambre que no se ha acumulado en un día, ni en una semana, ni en un mes.

Hace mucho tiempo, mucha falta de descuido y dejadez para que cualquier lugar se encuentre lleno de tanta porquería.

En ciertos sitios está tan incrustada la suciedad que pienso que ni raspándola con una espátula desaparecería.

El aspecto que presentan nuestras aceras es vergonzoso. No hay un lugar por el que se circule que no esté cubierto de suciedad que produce náuseas.

Son focos de infección para personas y animales. Las madres han de estar muy atentas para que sus hijos no se sienten el suelo por lo que puedan coger. Si repugnantes están nuestras aceras, asquerosas, vomitivas se encuentran las las calzadas. Las franjas blancas de los pasos de peatones, brillan por su ausencia. Concretamente el de la Puerta de Gallegos, y tantos otros, tienen costra de suciedad.

El pavimento de nuestras calles y avenidas está resquebrajado y con socavones que necesitan urgente reparación

Seguir... ¿Para qué, si está a la vista de todos?

El Gobierno municipal saliente, sin duda es el culpable de esto, esperemos que los recién estrenados ediles se lo tomen con la seriedad que la corresponde a nuestra ciudad para que sea un orgullo de pulcritud, limpieza y saneamiento como se merece y nuestros visitantes no contemplen tan asquerosidad.

* Doctor en Filosofía y Letras (Geografía e Historia)