En los sectores sociales generalmente bien informados --generalmente bien uniformados-- se suele decir que la distinción izquierdas/derechas es cosa del pasado, que no tiene valor ni utilidad en estos tiempos. Que no sirve para distinguir y clasificar, para conocernos mejor.

Pero tomemos un grupo de personas y hagámosle, por ejemplo, estas dos preguntas: ¿Sí o no al aborto? ¿Titularidad pública de la Mezquita?

Veremos a la izquierda los que responden afirmativamente y a la derecha los de la respuesta negativa. No habrá duda ni confusión al formar las colleras. Mas no te dejes engañar por los argumentos posteriores: pero yo soy muy tolerante, más abierto que nadie... Sí, sí... Una cosa es la forma de pensar y otra la de vestirse de domingo.

Cuando se plantea una alternativa de interés general en la ciudad, lo normal es que la derecha quiera dejar las cosas como están, y que la izquierda quiera la innovación. Los unos creen que cualquier modificación puede perjudicar su status y los otros piensan que lo que está mal solo puede cambiar a bien.

La caída de unos nombres del callejero por aplicación de la ley de memoria histórica ha provocado estas reacciones. Si se quiere quitar el nombre de una calle porque su titular fue pieza fundamental en la rebelión llamada alzamiento nacional, un buen señor dirá que su hijo que vive en la calle en que nació, quedará desorientado por el cambio de algo que permaneció siempre. Habría que recomendar al buen señor que enseñe a su hijo a reorientarse, aunque seguramente ya es irrecuperable el tiempo desaprovechado.

Es una pena que no dispongamos de los estudios de los especialistas ni de la documentación de que ellos han dispuesto. Respecto a algunos gobernantes locales siempre hemos sido acribillados por hagiógrafos, o por los recortes de prensa uniformemente laudatorios. Las circunstancias, y probablemente la falta de distancia temporal, no han permitido que emerjan biógrafos neutrales y profundos, esos que verdaderamente llevan las luces y sombras de sus títulos al contenido de sus textos. Cuando se levanten las capas doradas podrá verse cuando de podrido hay en la madera interior que sostiene la imagen.

Los rumores, no recuerdo si algo más, han expandido que caerán del callejero los nombres conde de Vallellano, Pemán, Francisco Quesada, periodista García Prieto y otros más. He relacionado algunos de los que suscitan dudas en los ciudadanos.

En el caso del conde muchos piensan que debe pesar sobre sus condiciones de conde y de ministro de Franco, la de favorecedor del moderno urbanismo cordobés, por mucho que su ayuda a Córdoba se debiera al deseo de apoyar a su yerno en su condición de alcalde. Por el contrario no se le conoce hoja negra en su libro de servicios.

Pemán fue un escritor estimable y un excelente orador y articulista.

Como director de la Real Academia de la Lengua en tiempos de Franco, bastante hizo con evitar su ruina. Que sí, que sirvió al dictador, pero téngase en cuenta que él era esencialmente monárquico, incluso miembro del consejo privado de Don Juan. Y que se sepa, ni una sola mancha de sangre o abusos.

Se señala ahora que Francisco Quesada Chacón fue secretario del maldito don Bruno, pero es seguro que ni apoyó ni aplaudió ninguna de sus muchas bellaquerías, pues de haberlo hecho no habría merecido el respeto que siempre se le tuvo ni habría visto su nombre en el callejero en ninguna circunstancia. Cuando yo, muy joven, empecé a escribir para los periódicos era presidente de la Asociación de la prensa y como tal, director de la Hoja Oficial del Lunes. Le recuerdo abierto y comprensivo. Con el carácter que le supongo seguro que no buscó la secretaría del canalla, y de otro lado hay que entender que en aquellos tiempos si se la propusieron no podía rechazarla.

Caso parecido es el de periodista Manuel García Prieto. En el manejo de las páginas cordobesas del diario Informaciones fue todo lo tolerante que se podía ser en aquella época. Probablemente escribía con tinta azul pero seguro que no lo hacía vistiendo moralmente la camisa azul.

Un último razonamiento: es justo y necesario que la ciudad honre a sus hijos destacados. Puede hacerlo con nombramientos de predilectos, con mellas de oro, con monumentos y con dedicación de calles y plazas. Pero es claro que por esta última puerta no puede entrar nadie manchado de sangre inocente ni ningún bribón indiscutible.

* Escritor y abogado