Hace mucho tiempo que no oía ni leía la palabra ut supra, la que anuncia el tema del que pretendo tratar en este artículo. Y ahora la tomo, no por casualidad, ni por azar entre las palabras que actualmente abundan en los medios de comunicación, no, ha sido porque ha resucitado.

Palabras que por falta de uso quedan olvidadas, abandonadas o muertas; tuvieron su esplendor y se olvidan. Algunas veces se quieren recordar y no nos salen ¿Quién no ha dicho alguna vez, la tengo en la punta de la lengua? Craso error, son tantas las cosas que acumulamos en ese órgano que va a ser mas difícil evocarla.

Pero nada, a la conclusión a la que llega el olvidadizo de más de cuarenta años es que por esa fuga ya tiene Alzheimer, la temible enfermedad degenerativa. O sea, de entre el conjunto de síntomas que definen ese mal extraen uno y ocultan otros síntomas que les resultan más desagradables divulgar: delirio, alucinaciones, etc.

Al volver de mi primer viaje por Europa le comenté al gobernador Civil de Granada, aquel que nos había dado permiso para salir de España, aquel que le pedía informes a embajadores o cónsules sobre nuestro comportamiento con las vikingas, aquel que nos dijo: «Desde que Franco gobierna yo no pienso; él lo hace por mí. Así es que yo pensaré, vosotros obedeceréis y estudiareis los libros, que es vuestra obligación, y si os vais de ronda después de las doce os meteré en prevención».

Pues bien, a ese señor le dije que me había extrañado ver en las ciudades visitadas una profusa alusión, ya fuere en monumentos o en el nombre de las calles, al soldado desconocido y que en España no había ningún recuerdo a ese ignoto caído. No te debes extrañar por eso --me dijo-es que aquí no tenemos ningún caído anónimo.

El farol de aquel gobernador no hizo mella en mí pues yo viví la postguerra en zona roja y en la plaza del pueblo solo había una nómina, en la fachada de la iglesia, que rezaba «Caídos por Dios y por la Patria» y claro del bando ateo no había inscrito ninguno. Pasó igual con el Valle de los Caídos, los familiares no creyentes se negaron a enterrar a sus deudos, bajo la Cruz monumental.

¿Pidieron permiso a sus familiares para colocar los nombres de Cruz Conde, Cañero o Vallellano...? No todos se pirran por un pedestal, ni tampoco, creo, que pagaran algo para que los auparan post mortem , y es muy frecuente oír que esos homenajes son actos hipócritas porque en vida fueron corruptos.

Sin embargo a unos pocos les gustaría que la denominación de plazas y calles debían de elegirse por sorteo de entre los nacidos en la provincia , única forma de esperar que sea la suerte la que los margine o designe y no el alcalde de la oposición para que te cruja. Por tanto ahora que están removiendo nuestro callejero se deben tomar precauciones para que dentro de unos años no se vuelva a desmontar lo que ahora se está montando, y en todo caso, dar exhaustivas razones que justifiquen su defenestración ¿acaso lo hacen porque han descubierto que eran unos macarras?

Sugiero a la comisión ad hoc una fórmula para eludir esos riesgos: pongan a las calles nombres de pájaros: Mirlo, Gorrión o Grajo... o de insectos, con más de 200 especies para elegir, tales como Avispa, Piojo o Ladilla, y si lo que quieren elegir son humanos seleccionen antihéroes, que nadie se acuerda de ellos, y así tendríamos un callejero original, justo y con igualdad de oportunidades.

* Catedrático emérito de la UCO (Medicina)