Ser capital patrimonio de la humanidad por cuatro veces --Mezquita, casco histórico, patios, Medina Azahara-- hace que esta ciudad sepa que la belleza, como la salud --que para eso seremos el país con mayor esperanza de vida en el 2040-- hay que contemplarla pero, a la vez, caminarla, seas rico o pobre, que no hay mayor perversión de la vitalidad que el que los adultos trasformen sus hábitos e imiten a sus nietos, que están sentados todo el día delante de una pantallita, sea para aprender o jugar, porque se han olvidado del ruido, la algarabía y el ajetreo de las calles, donde siempre hemos jugado. Para los patios queda tiempo todavía, que es mayo la fecha en la que muestran su belleza y buen olor. Pero hace unos días, el largo fin de semana pasado, se ha celebrado la segunda edición del Festival de las Callejas y hoy comienza Flora, el Festival Internacional de las Flores. Para disfrutar y vivir estos tres acontecimientos esta ciudad nos llama a caminar y nos convoca a su noble Medina o a su popular Axerquía, espacio de arrabales y gente llana. La fiesta de los patios nos enseña las casas de quienes embellecían su vida y amainaban el dolor con flores, arte y buen gusto. Flora, por su parte, nos mostrará el jardín de los pudientes --palacios de los Duques de Hornachuelos-Escuela Mateo Inurria, de Orive o de los Villalones, el de los Páez de Castillejo-Museo Arqueológico y el de Viana--, de los religiosos --la Diputación, en su día hospicio y convento-- o de los viajeros en busca de mancebía, inspiración de artistas, corral de vecinos, concejalía de Cultura y ahora Centro de Arte Flamenco Fosforito, como la Posada del Potro.

El Festival de las Callejas, por el contrario, ha exhibido los espacios por donde los siervos entraban a las casas, por la Calleja de Pan y Conejo de la calle Caldereros, cerca de la Cruz del Rastro (hay otra Pan y Conejo en la antigua calle la Pierna, actual Barroso) o por donde las damas de alcurnia se escapaban para vivir lo imposible, por la Calleja de la Marquesa, una puerta secundaria de las Casas-Palacio del Marqués del Carpio, cuya entrada está en la calle de la Feria. Además de hacer deporte, el Festival de las Callejas ha transformado la monotonía del transeúnte y ha convertido su caminar por la ciudad bella en un cursillo de historia cuyos profesores eran azulejos y grandes escritos que explicaban aquello que pisábamos. Esta ciudad, patrimonio de la humanidad por cuatro veces, tiene tardes de soledad y silencio perdidas por esos callejones sin salida o callejas barrera, adarves o azucaques que a veces es necesario encontrar después de una buena caminata porque para contemplar la belleza hay, primero, que andarla. Como para los patios, Flora o las callejas.