Ni avenida Conde Vallellano, ni José Cruz Conde; aunque tampoco avenida del Flamenco, ni Foro Romano. El actual gobierno municipal ha tirado por la calle de en medio. Ha decidido la salomónica propuesta del anterior concejal de Presidencia, Emilio Aumente (PSOE) y zanjar el asunto rotulando en las dos vías en liza, Cruz Conde y Vallellano. Así, a secas. Tal como popularmente las hemos venido denominando los cordobeses casi como facilitándonos o dándole carta de naturaleza a esa parquedad de la que a veces hacemos gala dicen que por nuestro senequismo. Pero en realidad quien así haya pensado de nosotros se equivoca de cabo a rabo. Nuestra manera de reducir en nuestro lenguaje oral los conceptos o los títulos, o todo aquello escrito en nuestra historia es debido a esa facilidad innata e intuitiva del cordobés de ir más allá de esa historia y crear sus propios símbolos como expresión de ese mestizaje del que se ha enriquecido nuestra ciudad a través de los siglos. Los símbolos han sido el punto de unión de esas tres culturas que muchos han ubicado como expresión de convivencia en nuestra ciudad. Pero una cosa son los símbolos y otra su justa denominación escrita. Si a los símbolos o logos populares les quitamos su verdadera representación o definición o reseña histórica estamos traicionando nuestra propia historia. Los cordobeses podemos ser senequistas porque se suele decir que creemos poco en nosotros mismos, somos pesimistas, descreídos y porque en ciertas ocasiones nos deleitamos en nuestras propias desgracias, pero lo que nunca somos es incultos. Entre otras cosas porque llevamos pegada nuestra historia en el alma y es por eso por lo que nos podemos permitir el lujo de escribir y hablar de lo mismo sin decirlo de la misma manera. Los cordobeses podemos permitirnos el lujo de hablar de una manera y escribir de otra. Aunque parece que hay quien piensa que además de senequistas somos simples.

* Mediador y coach