Hace tiempo que los cordobeses le debemos algún tipo de reconocimiento a las empresas que se dedican al suministro de agua potable en la capital y en la provincia, que son Emacsa y Emproacsa. Estamos acostumbrados a oír determinados comentarios sobre la calidad del agua como puede ser: este agua sabe a cloro o tiene un sabor metálico, el agua es dura o contiene mucho calcio, etc. ¿Pero qué hay del agua de Córdoba?, ¿en qué contexto se podría calificar? La experiencia de más de 10 años de nuestro Grupo de Investigación nos lleva a decir que de acuerdo a los parámetros que controlamos ambas son dignas de los mayores elogios. No obstante, nuestros resultados se han centrado mayoritariamente en la empresa de la ciudad y es a ella a la que nos vamos a referir en este artículo. Para responder a la primera pregunta del "sabor a cloro" en el caso de nuestra ciudad no existe este sabor porque entre otras cosas el agua se desinfecta por otras vías más modernas. Hay que aclarar que debe existir siempre un remanente de desinfectante para asegurar que durante el tiempo que transcurre desde que un agua es tratada/desinfectada en la planta de potabilización (ETAP) hasta que se abre el grifo en una casa no existan gérmenes patógenos. En lo referente al agua de Córdoba el nivel de desinfectante es siempre el adecuado, es decir, lo suficientemente elevado para asegurar su carácter de potable y a la vez lo suficientemente bajo para no originar un sabor desagradable. ¿Qué ocurre con la dureza del agua?, de nuevo existe otra ventaja en nuestra agua, ya que los contenidos en minerales y aniones son bajos. El agua distribuida a través de la red de suministro de Córdoba tiene un contenido salino medio-bajo y en términos comparativos con un agua mineral sería "de mineralización débil". El agua de Córdoba es "salubre y limpia" según la actual denominación oficial.

Durante el tratamiento del agua para su potabilización se pueden formar nuevos compuestos que se denominan subproductos de desinfección (DBPs en terminología anglosajona). De nuestros estudios, pioneros a nivel mundial, para establecer las tasas de generación y evolución de hasta 50 posibles DBPs durante 2013-2014 en colaboración con Emacsa se puede concluir que el seguimiento de DBPs desde el agua bruta (embalse de Guadalmellato, situado a unos 25 km. de la ciudad) hasta el agua en red de distribución (24 h desde salida ETAP de Villa Azul) demuestra que la formación de estas posibles especies no llega ni a la mitad de las evaluadas y solo en algunas fases de estudio descendiendo notablemente durante la etapa de filtración sobre arena. Las tasas de los escasos DBPs detectados fueron siempre muy inferiores (entre menor a 1% y menor a 10% de los valores establecidos en Europa). La base de la elevada calidad del agua de Córdoba en nuestra opinión se debe a dos aciertos: el primero la calidad del agua bruta del pantano totalmente preservado de agresiones urbanas, agrícolas y ganaderas y el novedoso tratamiento de Villa Azul, con una instalación con hasta 180.000 m3/de capacidad de tratamiento, que minimiza la formación de DBPs y eliminan parámetros relacionados con la no potabilidad del agua de manera eficaz. Es evidente que el beber un agua de calidad se inicia con pantanos u otras fuentes en las que la mano del hombre no tenga intervención, por ello sería conveniente que los responsables de estos temas apoyaran a los científicos desde el punto de vista de minimizar prácticas agrícolas próximas a embalses para aprovechamiento humano (plaguicidas, fitosanitarios), prohibir explotaciones ganaderas (purines), así como industrias cercanas (derivados del petróleo, residuos lacas y pinturas, contaminantes orgánicos e inorgánicos en general) y sobre todo evitar actividades que permitan la entrada de personas (materia orgánica y contaminantes) en el embalse. En este sentido, incluso el acceso a embalses para prácticas de pesca deportiva puede representar un riesgo para el agua destinada a potabilización, por la posibilidad de extensión del mejillón cebra en estos entornos, lo que tantos problemas acarrea en la captación del agua bruta en los últimos años. Nuestras experiencia en el control de DBPs en otras plantas de tratamiento de aguas potables para ciudades de más de 100.000 habitantes ha demostrado que la actividad relacionada con el hombre (embalses en los que se permite el baño y actividades náuticas) es la que contamina el agua bruta captada y a partir de ahí todo el proceso de potabilización se ve muy dificultado y desgraciadamente a veces con resultados no saludables.

La ciudad de Córdoba debe saber que el agua de Córdoba es de una calidad extraordinaria por los motivos indicados que la hace merecedora de ser de las mejores del país. Quizás otro día deberíamos hablar de la otra magnífica empresa cordobesa de aguas, Emproacsa.

* Catedrática de la Universidad de Córdoba