A los dos candidatos a la presidencia del PP los ha votado un censo limpio de militancia activa y pagadora de cuotas, mientras los compromisarios que tendrán la última palabra se calculan según un censo inflado y sin actualizar, ese que nadie quería tocar en el PP porque lo de los 800.000 afiliados suena fabuloso y no altera el equilibrio territorial. Aun así, estos delegados han sido elegidos en listas abiertas: por ahí la cosa no está mal. En Córdoba, por ejemplo, el apoyo mayoritario a Cospedal parece corresponderse con la designación de José Antonio Nieto y otros compromisarios que apoyan a la secretaria general del PP, quizá en una proporción superior al 39,3% de los votos obtenidos por la manchega en esta provincia. Están, más o menos, todos los que son cargos relevantes en el PP cordobés, los conocidos, pero a primera vista no parece que haya un 30% de compromisarios que representen lo obtenido por Sáenz de Santamaría en las urnas cordobesas, ni el 28,7% que debería corresponder a Pablo Casado. O se lo tienen muy calladito. El procedimiento para la segunda vuelta, legítimo pues así lo han aprobado ellos mismos, no deja de ser raro, raro. De ahí que Soraya se plantee «recorrer España» para seguir convenciendo y ofrezca un acuerdo a Casado. Acuerdo que no interesa a los de Cospedal, claro, que tentarán al diputado con las mieles de la presidencia. Aquí no cabe decir «que gane el mejor», menos aún la más votada, pues nos esperan dos semanas de cainismo puro.