Este diario ha terminado. Pongamos punto final en fecha señalada, porque hoy, 21 de junio del 2020, ha caído el telón sobre el sombrío escenario del largo estado de alarma, y de inmediato se alza el oscuro terciopelo para descubrir un paisaje incierto de luz y de sol, de deliciosas mañanas de aire fresco y mediodías asfixiantes, pero también de persianas cerradas y grotescas mascarillas. A las 23.43 de ayer empezó un verano que será distinto.

Por eso cae el telón sobre este registro periodístico de una vida cotidiana que quedó radicalmente alterada desde el pasado 14 de marzo. Ha sido un testimonio más, constante y machacón en sus tempranos inicios, tan irregular después como las circunstancias que se han ido presentando.

A pasos medidos, a veces a saltos o a grandes zancadas, han transcurrido más deprisa de lo previsible las largas semanas de confinamiento, las dudas constantes, la lenta desescalada, el recuento de las víctimas, la desesperación de los nuevos pobres, la red de mentiras y también la red de solidaridad de tanta buena gente.

En los primeros días de paseos autorizados se cortó el tráfico en la avenida Carlos III. / FRANCISCO GONZÁLEZ

Han transcurrido casi cien días contando vivencias propias y ajenas, registrando el miedo y el dolor (propio y ajeno), las anécdotas, el peculiar sentido del humor que nos ha ayudado a asimilar las desgracias, las nuevas caras y nombres descubiertos en las ventanas, las originales ideas de unos y otros. También viendo las calles vacías, conociendo mejor nuestro propio hogar y a nuestra propia gente, viviendo días en los que el wifi era nuestro principal alimento, la lectura de prensa, nuestra ancla; el teletrabajo, nuestra enseña, y ni mil canciones en youtube, ni dos mil recetas en la web, ni las cientos de llamadas telefónicas o videoconferencias con los seres queridos en la distancia han conseguido dar respuesta a la pregunta «¿qué nos está pasando?».

No releo lo escrito. Ya lo haré. De momento, me refresca la memoria la selección de mi compañero Paco González de fotografías que hablan de la histeria del acaparamiento de los primeros días (al final, en esta sociedad consumista, lo indispensable era el papel higiénico y la lejía) de balcones habitados, de héroes sanitarios jugándose literalmente la vida, de aplausos, de familias rotas para siempre (y sin despedida), de reparto de alimentos, de desescalada, de ancianos confinados en sus residencias y cuidadoras ejemplares, de niños en sus casas disfrutando de unos padres agotados, de fiestas de mayo inventadas en la ventana o en los soportales del barrio, de los primeros brindis en las terrazas...

Los agricultores colaboran en la desinfección. / FRANCISCO GONZÁLEZ

Miro las fotos y me da la impresión de que pertenecen a un mundo remoto, a una película que yo no he vivido. Serán las consecuencias psicológicas del encierro, aunque en nuestro caso el confinamiento haya sido parcial. Los periodistas, desde luego, hemos tenido muy poco tiempo para hacer bizcochos o coser mascarillas, y el esfuerzo de mi Diario CÓRDOBA ha sido impresionante: en las fotos y páginas escritas durante estos meses por mis compañeras y compañeros encontrarán ustedes el alma de las vivencias de la sociedad cordobesa.

Mientras despierta la ciudad, mientras despierta la vida sabiendo que nos la seguimos jugando con el covid-19 (ya he puesto el nombre del bicho), mientras la palabra «reconstrucción» flota en el aire e intuimos que el mayor desafío nos aguarda ahora, se me viene a la cabeza el dichoso mantra de qué hemos aprendido de todo esto. Y, como si estuviera en un examen, le digo a la profesora: «Por favor, ¿podría dejarme esta asignatura para septiembre?».

La Feria de Mayo, recreada en el Parque Azahara. / FRANCISCO GONZÁLEZ

Eso sí, por seguir siendo yo misma, no puedo resistirme a reseñar que he aprendido bastante bien a desinfectar.

Y sí, habrá que hacer balance, estudiar responsabilidades (y pedir cuentas), utilizar lo vivido como herramienta para el futuro, pero algunas personas nos damos cuenta de que seguimos sin mucho tiempo para elaborar teorías, que habrá que dejar las profundidades para las vacaciones.

Porque ahora toca apretar los dientes, hacer acopio de esperanza, aplicar nuestras cualidades al bien propio (y, por favor, al bien común) y afrontar lo que venga. Le doy carpetazo a este diario del coronavirus, agradecida a sus lectores. y tomo impulso sin dar ni un paso atrás: esto no ha hecho nada más que empezar.