El caballo siempre ha estado unido al arte debido a varios motivos como pueden ser su belleza natural y equilibrada; sus movimientos gráciles y elegantes; su lugar principal en las sociedades antiguas, clásicas y modernas, otorgando prestigio a sus dueños; y a la superioridad que su posesión ha dado a los que lo han utilizado en la agricultura, en el transporte o en la guerra. De ahí su encumbramiento mitológico y ser actor principal en innumerables leyendas de numerosas culturas. Desde su representación pictórica en cuevas europeas, pasando por los frisos atenienses y los ladrillos esmaltados persas, hasta la grandiosidad del bronce renacentista o los lienzos de los pintores europeos, el caballo ha estado siempre presente, de manera principal, en el mundo del arte. Papel, también destacado, ha tenido en la literatura universal, no tanto en el norte de Europa, es decir, en las sagas islandesas o en las literaturas medievales centroeuropeas o germánicas, pero sí estelar en las obras de la cuenca del Mediterráneo, alcanzando en la épica europea un protagonismo que continuó en las historias o novelas del Siglo de Oro español y en sus contemporáneos continentales.

En definitiva, el caballo no ha estado solo, desde el principio de los tiempos, al lado del hombre en sus conquistas territoriales, agrícolas o militares o dándole una situación privilegiada dentro de la sociedad con la concesión de un título de nobleza como es el de caballero, sino que también le ha acompañado en el terreno de las artes y en concreto en la que representa la más alegre de las musas, la que porta la doble flauta, Euterpe , la deidad de la música. Pues bien, el caballo siempre ha estado al lado de la música y no es descabellado pensar que Jenofonte, el militar, estratega e historiador griego, autor de dos tratados sobre equitación, quien pasaba revista al ejército heleno haciendo piafar a su caballo, lo hiciera al ritmo de algún sonido musical. Además, la música es fundamental en los ejercicios que ejecutan los caballos en la alta doma clásica, tanto en la emblemática Escuela de Equitación de Viena, como en otro prestigioso centro ecuestre mundial, el francés de la Escuela Nacional de Saumur, sin olvidar el espectáculo hípico-musical que la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre ofrece en el picadero cubierto del palacio del Recreo de las Cadenas, en Jerez de la Frontera, con sus carruseles, pasos de dos, exhibiciones de doma vaquera, garrocha, alta escuela, riendas largas, etcétera. Música que también acompaña a las reprises de la doma clásica, en la ejecución de la kür libre sobre un fondo musical, siendo puntuada por los jueces.

Pero el caballo también ha participado en los escenarios aportando su majestuosidad y hasta un cierto exotismo elegante y singular en representaciones teatrales, como la puesta en escena de la ópera Carmen llevada a cabo por Salvador Távora, montaje que tenía el atractivo del baile de caballos. Esta idea fue recogida por los responsables de la Asociación Musical Maestros Villatoro y Algaba de Castro del Río para representar la ópera Carmen como un espectáculo musical y escénico, donde se dieron cita, como bien recoge su programa de mano, la música, el canto, la danza, el teatro, el arte taurino y el arte ecuestre, participando, además de los componentes de la banda castreña que realizaron una extraordinaria interpretación, con el apoyo de algunos músicos profesionales, un novillero, una "bailaora de postín", actores, el coro de los niños de los colegios públicos de la población del Guadajoz, una soprano, un tenor y jinetes y caballos. Esta representación tuvo uno de sus momentos más emocionantes cuando salió al escenario el caballo "Lobito IV", campeón de España 2004 en el Sicab, cedido generosamente por la Yeguada Lovera y montado por el jinete Francisco Castro, ejecutando unos aires elevados (passage y piafé) conectando siempre con la música de Bizet; a continuación fue Antonio Fuentes, jinete también de la yeguada que pasta en el Guijarrillo, quien con su caballo ejecutó unos ejercicios a riendas largas con unas corvetas espectaculares y unos elegantes movimientos de Alta Escuela; todos los movimientos de Fuentes coordinados con la actuación del jinete castreño Joaquín Aguilera sobre su tordo "Titánic" con unas brillantes extensiones al galope y un elegante y sólido paso atrás del potro. Caballo y música perfectamente encadenados dieron al espectáculo una singularidad captada por las mil quinientas personas allí presentes que aportaron generosamente su donativo para luchar contra el alhzeimer y la demencia senil.