Y ahí, en la sala de máquinas del partido X o del Y, incluso del Z, andan estudiando todo el ingenio. Analizan las piezas una a una. Las pesan, estudian su forma, miden su resistencia. A veces, algún accesorio parece funcionar. Repasan la lista de características, hay motivos para la esperanza. Hasta que alguna chirría. Nada, a seguir buscando. De cuando en cuando, alguien lanza el interrogante: ¿Habéis encontrado alguno? Nada, por ahora no sale. El que parece tener más autoridad se impacienta. Si no lo encontramos nosotros, él mismo se descubrirá. Los demás encogen los hombros, alzan las cejas, ¿y qué pueden hacer ellos? Si no tienen, no tienen.

No, encontrar un Macron no es tan fácil. Joven, sólido, con una carrera brillante, una vida personal liberada del corsé de las convenciones sociales, sin el hálito de los totalitarismos ni la aureola de los iluminados, capaz de ganar elecciones y, lo más importante, ¡desde el orden!

Cómo gusta el orden en las salas de máquinas. Ahí donde las derechas o las izquierdas se difuminan, ahí donde gusta tener todo bien controlado, bien engrasado. ¿Y en la agrupación X? ¿Y entre los independientes de confianza? ¿Y en la escuela de verano? Nada. No hay manera. No nos sale otro Macron. Con lo que nos gusta este chico. Tan desenvuelto, tan pragmático, tan defensor de Europa y tan, tan de orden...

* Escritora