Todos tendremos que llevar mascarilla, aunque sea de realización casera, porque o no hay en las farmacias o si las hay, las venden a precio de oro, a pesar de que ya sabemos que su fiabilidad es no del todo la deseable y que lo mismo un trapo de cocina doblado varias veces nos ofrece incluso más garantía.

Me pregunto hasta cuándo tendremos que llevarlas puestas y sospecho que pasará a ser una prenda más de vestir hasta el final de nuestros días. Y ustedes pensarán que soy una exagerada, pero hasta que no salga la vacuna y estemos todos vacunados, lo que llevará cerca de un año o más, así tendrá que ser. Además, si tenemos en cuenta que este tipo de virus tiende a mutar, resultará que la vacuna será efectiva un tiempo muy limitado, por no decir que la aparición de otros virus, igual o más peligrosos que el que nos ha tocado ahora a toda la humanidad, llegarán más pronto que tarde.

Está claro que los fabricantes de barras de labios van a quebrar, esa va a ser una de las primeras consecuencias, pero lo que más me preocupa de esto es la cantidad de sonrisas que nos vamos a perder, que no vamos a poder ofrecer, y no es una tontería ni mucho menos. Tengamos en cuenta que el ser humano es el único con la capacidad de sonreír, y por algo será así. Cuando lo hemos damos todo por perdido, cuando estamos hundidos en la desesperación, cuando la pena y la tristeza inunda todo nuestro ser y llega alguien a regalarnos su sonrisa o consigue hacernos sonreír, nos está salvando la vida. Esto es lo que más me asusta, este es el mayor daño que está haciendo este ‘bicho’, nos ha quitado una herramienta social que es fundamental, vital.

Quien me conoce sabe que soy muy sonriente, que la sonrisa es algo que me define, que siempre va conmigo, que me hace sentir muy bien brindarla a todo el mundo, desde un vecino, al tendero, pasando por el cajero del supermercado o el funcionario de turno. ¡Cómo no será de innato en mí que hasta le sonrío a los perros!

La sonrisa es nuestra manera de expresar que nos alegramos de la presencia de otra persona y que deseamos su felicidad, que invita y produce inmediatamente una respuesta igual y recíproca. Este maldito virus nos ha robado la libertad manteniéndonos en arresto domiciliario, y como si eso fuera poco, nos obliga a llevar un ‘burka’ que esconda la curva más bella del ser humano: la sonrisa.

*Escritora y consultora de inteligencia emocional. Autora de ‘Jodidas pero contentas’