No perdamos mucho tiempo repitiendo lo sabido, solo unas pinceladas: burbuja inmobiliaria --cuando en Córdoba se vendían más de 6.000 pisos al año--, paro, quiebras bancarias, deshahucios... Y, llegada la «recuperación» económica, sueldos tan bajos que el mileurista es rey, el que trabaja seguido medio año emperador y el que firma un contrato indefinido es el zar del mercado laboral. Así que los nuevos pobres no pueden comprar un piso. Ni siquiera se molestan en ir al banco a discutir la hipoteca. ya saben cuántos padres avalistas se han visto pagando las púas de los hijos y hasta lo han perdido todo. Entonces se van al alquiler. Con la crisis, los precios eran razonables y los propietarios se sentían contentos con tal de encontrar un inquilino que pagara todos los meses. Lo contaba un rentista: «prefiero mantener el precio bajo y que me paguen puntualmente a arriesgarme a los impagos o a tener el piso y los locales vacíos durante varios meses, a la larga gano lo mismo y estoy más tranquilo». Pues eso se está acabando. Han empezado en Madrid, en Barcelona, incipientemente en Málaga y Sevilla... Algo en Córdoba. Subiditas del 10% anual, especialmente en esos pisos céntricos compartidos por estudiantes o jóvenes trabajadores que no pueden permitirse vivir solos. Los especuladores vuelven por sus fueros y se dicen que si no lo hacen ellos otro lo hará. De decencia no hablamos. Una nueva burbuja se acerca, la burbuja de los pobres.