Conozco casos de alzhéimer brutal en los que los familiares demuestran una devoción hacia el enfermo que supera lo imaginable, y casos en que a algunos no les importaría despachar a sus ancianos hacia la laguna Estigia sin billete de vuelta ante el mínimo resfriado. Por suerte para la consideración de la especie humana, el primer caso es mucho más habitual. Qué quiere decir esto, pues que las imperfecciones de las leyes, sus puertas traseras, sus interpretaciones, sus trampas, hacen de ellas en determinados asuntos especialmente sensibles e íntimos instrumentos poco fiables al servicio de posibles desaprensivos. Igual pasó con la primera ley del aborto, que parecía la mejor y aun así dejaba resquicios absolutamente arbitrarios. En estos temas, puestos a elegir, uno es partidario de ser claro y tajante y no andarse enmascarando las verdaderas intenciones. Convencido de que en asuntos de índole privada ni el Estado ni las religiones ni los partidos ni las asociaciones, ni nadie, deberían tener derecho a meter las narices, o sea, porque uno es liberal hasta las últimas consecuencias y cree en la libertad del individuo por encima de todo, la decisión de la buena muerte (que eso es lo que significa eutanasia en español) únicamente debería depender del propio afectado y siempre que este conociera en detalle tanto los medios que pueden ponerse a su alcance para paliar su sufrimiento como la eficacia de los mismos. Nunca la decisión de la muerte debiera de ser asunto de responsabilidad de otros, y menos en el caso de un coma u otras situaciones en las que sea imposible medir el padecimiento ajeno. Me parece que el ser humano y su libertad de decidir debieran estar por encima de lo que los gobiernos y otros estamentos puedan decir. Por desgracia, en estos tiempos de pensamiento único obligatoriamente buenista y correcto, la grey marcha tras el cencerro del carnero estado y de muchos indocumentados que se han creído que pueden regirlo todo. Y, ojo, en cuanto al aborto, descartados ciertos supuestos sensatos, debería ser lo mismo, debería prevalecer el derecho a la vida de un individuo que no puede defenderse ni opinar.

* Escritor

@ADiazVillasenor