No comenté nada el año pasado sobre el Nobel a Bob Dylan, pues me pareció intrascendente. Yo tengo mi opinión y puedo criticar o no a la Academia sueca por darle el galardón a un músico con alma de poeta, porque es una manera de premiar a la música o yo qué sé. Me quedé estupefacto, pero luego me dije: ¡Cuyons! Es un gran músico que vi en directo una vez en Córdoba y me encantó y fui seguidor de su música y compré muchos vinilos suyos en mi juventud. Y además, que el Nobel es algo privado y que se lo den a quien quieran, pues están en su derecho. Este año han premiado a un interesante autor británico de origen japonés, Kazuo Ishiguro, que ya tuvimos oportunidad de leer gracias a las ediciones de Anagrama, que nos presentaron libros como Nocturnos, Cuando fuimos huérfanos, Los restos del día, Nunca me abandones, El gigante enterrado o Pálida luz de las colinas, entre otros. En Cuadernos del Sur le dedicamos muchas páginas a sus libros. Y lo que me extraña es que no le haya llegado antes el codiciado galardón.

Con vergüenza pero sin reparo les voy a narrar lo que me pasó hace unos días. Alguien filtró en Facebook la falsa noticia de que le habían dado el Nobel a Pablo Coelho, un productor de best seller de esos que nos dan envidia secreta porque venden mucho y algunos de nosotros o la mayoría de los que publicamos libros no vendemos ni un pimiento. “Pues está bien para orgullo de sus millones de seguidores y para orgullo patrio de Pablo Coelho y de sus compatriotas brasileños, que estarán más contentos o casi lo mismo que cuando ganaba su selección mundiales de fútbol”. Tragándome sapos y culebras escribí estas cosas que ahora publico, pues deseo resaltar el poder de la mentira de la redes en las que puede caer momentáneamente hasta un viejo periodista como yo, con más de treinta años de experiencia a mis espaldas. Continúo subrayando lo que escribí y que afortunadamente, cuando contrasté la información, nunca publiqué hasta ahora. “Viva pues el autor de El Alquimista y de tantas obras que ganaron millones de adeptos y se publicaron en muchos idiomas. Es una manera de decir que no sólo lo exquisito y minoritario tiene valor, sino que este lenguaje abierto y entendible para el vulgo puede tener igual o más valor que las literaturas minoritarias”. En fin, que perdonen los lectores, pero que conozcan la cocina de la escritura -como diría Cassany-, pues no en balde me dedico a eso.

Lo del Nobel hay que tomárselo con Filosofía y no sufrir. Vamos a ver, esto no es una república bananera donde una alcaldesa llamada Colau le quita las condecoraciones a un guardia civil porque intervino contra la revuelta del 1-O. En un pueblo de Córdoba también le quieren quitar una calle a un poeta catalán -un tal Margarito o algo así- que nunca se la debieron haber puesto -no por catalán, sino por su escasa significancia poética- y ahora han rectificado no porque se hayan dado cuenta de que es un poeta de escasos recursos estéticos, sino porque éste se ha mostrado apegado al separatismo golpista. Dijo Herman Hesse que “hacer versos malos depara más felicidad que leer los versos más bellos”, pero bueno, volvamos al Nobel.

La lista de finalistas o nominados de este año tenía hasta el nombre del español Javier Marías, además de otros escritores internacionales como Claudio Magris, Amos Oz o Adonis. A los que no han ganado, Coelho incluido, hay que recordarles que no tiene mucha importancia, aunque pica y duele no obtenerlo. El consuelo es que hubo grandes escritores que jamás lo consiguieron, entre los que destacan Borges, Cortázar, Kafka, Joyce, Carlos Fuentes, Leon Tolstoi, Tolkien, Virginia Woolf o Italo Calvino, entre muchos otros. El Premio Nobel es una estupenda excusa para leer o releer a un interesante escritor como Kazuo Ishiguro. Si sirve para volver a la lectura, bienvenido sea ese Premio Nobel.