Le decían ‘Boca Caño’. De chico, estaba jugando a las estampas de fútbol y siempre había uno que lo dejaba en ridículo: «¡Échate para allá que te huele la boca al caño del bajante!». Se subía afligido y se lo contaba a su padre: «No te preocupes, es herencia». Ya adolescente la cosa no fue a mejor. La primera vez que pudo quedar con una tía, irrumpió su aliento para estropearlo todo. Y eso que había quedado con una de Carlos III. Por los ochenta, las muchachas de esa zona fueron las primeras de Córdoba en superar la retrógrada y machista moral franquista y morreaban en el cine Maxi. Empezaron a ver Conan el Bárbaro, donde el héroe se liaba con la que encontraba. Era el momento y Boca Caño se lanzó. La muchacha, con elegancia, interrumpió el beso y le dijo que se tenía que ir. Días después, la nena le dijo a la novia de un colega que no iba a estar besándose con un tío al que le olía la boca peor que los servicios del cine. Alguien le dijo que era por una muela picada, pero nada. Otro que era porque tenía el estómago sucio. Fue a la farmacia y se metió una lavativa, preguntó a sus amigos si seguía oliéndole el aliento y como contestaban que sí, se puso tres más. El farmacéutico de su calle, chismoso, le dijo: «Con tanta lavativa a ver si lo que te pasa es que eres maricón y no lo sabes». Las lavativas le provocaron una deshidratación que lo ingresó en Cruz Roja. Cuando viajaba en taxi, el taxista abría las cuatro ventanas. Esto ya era insoportable y decidió no salir de casa. En esas, llegó el coronavirus, que a él le entró y le salió como rebotado. Le dijeron que era un misterio porque no era asintomático sino inmune; pero él sabía que su aliento espantó el mismísimo covid. El confinamiento le vino de perlas porque, como él, nadie salía, no era un bicho raro. Pero su éxtasis de felicidad llegó con la nueva normalidad: la gente podía salir, pero con mascarilla. Eso lo hizo libre al poder relacionarse sin miedo y su nivel de autoestima se puso por las nubes. Gracias a la mascarilla ya no sabrían que la llevaba por lo que la llevaba. Ya no era ‘Boca Caño’. En medio de tanta crisis social, él caminaba por la calle más contento que nunca.