La última entrega de la investigación internacional sobre la red rusa de blanqueo de capitales confrma la capacidad de contaminación del entramado en el sistema bancario europeo, incluido el español, y lleva a entender que resultan insuficientes los mecanismos de control. Cuando la cuantía de lo blanqueado alcanza los 4.000 millones de euros en el periodo 2004-2017, resulta por lo menos chocante la ineficacia para neutralizar tal flujo de dinero opaco por más que se insista en que un complejo sistema de intermediación permite que lleguen a los bancos occidentales ingentes cantidades de dinero -cerca de 400 millones en España- sin que levanten sospecha. Es una contradicción en términos que bancos con una probada capacidad de gestión en las finanzas internacionales defiendan que están bien supervisados, mientras aparecen como un coladero vulnerable para blanquear dinero procedente de Rusia. Y es del mismo modo sorprendente que el grueso de la gran banca española utilice el Deutsche Bank -que ayer confirmó conversaciones con Commerzbank para su fusión- como banco corresponsal, que este aparezca en la red de intermediación y que, sin embargo, nunca haya movido a desconfiar de sus transferencias rusas con destino a España. La inextricable relación entre los oligarcas rusos y el Kremlin debería ser suficiente para mantener activadas permanentemente las alertas bancarias.