Hace unas pocas semanas Córdoba acogió a 45 inmigrantes. Durante estos días han llegado 200 inmigrantes que tendrán como albergue provisional el palacio de deportes Vista Alegre, personas empobrecidas todas ellas que sufren en su propia piel graves problemas de toda índole: hambre, enfermedades, conflictos armados, violaciones. En definitiva, todo lo necesario para no vivir con dignidad. Son personas que ven como en sus tierras ni están los derechos humanos, ni se les espera.

Córdoba se acaba de mostrar orgullosa con la adquisición de su cuarto título de patrimonio de la humanidad. Una ciudad cuyo aval monumental, reconocido mundialmente, la hace única. Son pocas las ciudades que pueden presumir de cuatro medallas de oro en su acervo cultural, monumental e histórico. Sin embargo, más orgullosos nos deberíamos sentir cuando somos acogedores y solidarios, saliendo al encuentro del más débil y necesitado, abrazando a cualquier ser humano que necesite de una mano cálida que lo levante y de unos ojos y oídos bien abiertos que escuchen y vean los motivos por los que tienen que abandonar sus países para buscarse una vida mejor.

Si hubiese alguien que le cueste trabajo entender este tipo de ayuda solidaria, lo invito a que se ponga en el lugar de los otros. Imaginemos que Andalucía, España, Europa está devorada por decenas de conflictos armados, donde el conseguir recursos es casi imposible. Pensemos por un momento que estamos perseguidos por nuestra forma de pensar o actuar. Pongámonos en la piel de las madres y padres que ven partir a sus hijos hacia un destino incierto lleno de peligros y sin saber si la vida les va a dar la oportunidad de poder volverlos a ver algún día.

En mi última estancia en Marruecos me informaron de que no son pocos los niños y niñas sometidos a la prostitución. ¿Nos extrañamos que aprovechen cualquier oportunidad para cruzar el Estrecho? ¿No se nos mueve el corazón cuando no solo se les da la espalda, sino que se les trata como si fueran simples trozos de carne?

Ojalá Córdoba sienta la satisfacción de aportar su granito de arena en este fenómeno migratorio, de primer calado, que no tendrá solución mientras que en sus países de origen no se respeten los derechos humanos y hasta que los países del norte no dejen de utilizarlos y expoliarlos.

Actitudes como la de algunos responsables políticos de EEUU y Europa que denigran a las personas inmigrantes nos recuerdan momentos pasados de la vieja Europa. Se sirven de las personas más desfavorecidas para ganar votos. Hemos de reaccionar antes de que de nuevo creen el monstruo de la intolerancia y el fascismo.

Mi felicitación a todas las personas solidarias de los diferentes colectivos sociales dispuestas a ayudar, una vez más, a nuestros hermanos más frágiles. Y a todos los responsables políticos que ejercen su tarea al servicio de los derechos humanos y de la ética universal. Y, cómo no, a la ciudadanía en general que colabora con su actitud comprensiva y solidaria.

* Profesor