Así, a vuelapluma, estarán contentos con el cambio de Gobierno andaluz los colegios concertados, la Iglesia Católica, los sanitarios --ya saben que la sanidad se va a arreglar enseguida--, funcionarios que se consideran relegados por la «administración paralela» (que, por cierto, existe en todas las instituciones en toda España), cazadores y taurinos, posiblemente muchos autónomos y empresarios, ciudadanos críticos con las políticas de la Junta y que rechazan el clientelismo y la corrupción... En este texto tan cortito no es posible extenderse, así que digamos que todos ellos darán la bienvenida al señor Moreno Bonilla, nuevo presidente, y pronto tendrán él y su socio de Cs, Juan Marín, una larga fila de «qué hay de lo mío», porque, claro, entre los más felices estarán los que consigan un cargo público o directamente un trabajo, quizá de asesor.

En el lado contrario, los que pierden el cargo y hasta el empleo. Los que han formado parte de la órbita político-organizativa-económica del PSOE. Y la parte de la sociedad que teme una regresión, cierto recorte de libertades, desatención a las leyes de Memoria Histórica y Violencia de Género. Para eso estaban ayer las mujeres ante el Parlamento de Andalucía, para recordar que no aceptarán pasos atrás. El que PSOE y Podemos la intenten rentabilizar no quita sentido a su protesta.