Forma parte de ti. Eres tú cada mañana. Una pedalada, otra pedalada, atravesando el frío, bajo los árboles sin hojas, las esquinas; abriéndose un camino entre las inquietas olas que la gente forma por las calles, cada cual en su silencio. Es tu esperanza y tu libertad. Vienes por entre los rostros, los abrigos, al paso de la madre con el niño. Pasas, miras las tiendas, las noticias que sobresalen del quiosco, los dulces en el escaparate de la confitería. Respiras la vida que sale de cada lugar. Aligeras las preocupaciones. Planificas otro día. Una pedalada, otra pedalada. Te alejas por entre la gente. La bicicleta es la prolongación de tu ser. Eres tú con cada nuevo día; cuando el sol va abriendo el cielo, a veces azul, a veces en nubes; y siempre los pájaros, los niños que corren a la escuela, el mendigo de cada esquina, la bufanda, el gorro de lana, esa pequeña niebla inocente que levanta el vaho de tu respiración. Tus ojos van delante de ti; esperan a que encuentres sitio entre los demás ojos, y pasas sin que se note, apenas un movimiento en el manillar. Parece que nunca tienes prisa. Avanzas con tanta levedad, que no es la bicicleta la que te lleva a ti, sino tú la que la llevas. Transitas como si la ciudad pudiese volver a la infancia y a aquel día en que aprendiste a montar en bicicleta como aquel otro en el que te lanzaste a andar. Porque quizás apenas reparas en la niña que siempre va contigo. Mírala cómo disfruta montando en bicicleta. Cuídala, porque eres tú. Ella depende de ti; es tu infinito. Si alguien le hace daño, sólo tú puedes defenderla. No renuncies a la verdad de su inocencia. Ella no sabe vivir si no disfrutas con un sueño. Si la abandonas y la olvidas, te quedarás muy sola y sufrirás sin saber cómo salir del sufrimiento. Ella es tu felicidad auténtica, la que evita que te vuelvas seria y triste para siempre. Por eso te ayuda a ser fuerte. Ella es la que ríe de verdad. Te indica que nada de lo que en cada instante haces tiene que ser aburrido, ni que te domine o te humille. Gracias a ella, aprendiste a montar en bicicleta, y ahora vas con ella en el sillín. Te pregunta, te cuenta; te señala las cosas en que ya no reparan los que dejaron lejos al niño que llevaban. La bicicleta sigue contigo, aligera el peso de los días.

* Escritor