En medio del desconcierto que provoca esa política de bajura cortoplacista, de bloqueos y trincheras, de líneas rojas y estrategias, tan agotadora y de desgaste en la que vivimos desde hace meses, tan contraria al verdadero arte de la política de pactos y acuerdos, me ha resultado más curiosa y simpática -para variar- esta celebración del día internacional del beso robado, que desde hace más de un siglo se celebra mañana, en la antesala del chupinazo pamplonica. «Me besó sin pedir permiso y a mí me pareció la gloria. Le devolví el beso con hambre atrasada», escribía Mario Benedetti.

Primero hay que explicarlo bien, no vaya a ser que terminemos en el talego por delito contra la integridad moral y la libertad sexual. El beso robado no bendice ni trata de ninguna clase de abuso pervertido. Sino más bien de mostrarle ternura de forma inesperada a las personas que queremos de nuestro entorno. Tiene dos premisas. La primera es la sorpresa: es un gesto imprevisto, algo que no toca, que rompe esa rutina en la que convertimos la vida, que termina por hacernos prisioneros y adormecer nuestras ilusiones. Implica buscar momentos nuevos, estar alerta del otro, romper el escenario de lo políticamente correcto, dar un toque de improvisación, un punto de frescura y espontaneidad a nuestros afectos.

La segunda es la intención de mostrar cariño, complicidad, admiración. Puede ser efectivamente un beso más pasional o bien más candoroso, según persona y circunstancias. Pero también puede ser ese gesto de acercamiento que, tantas veces omitimos, por timidez, a quienes tenemos cerca, con quienes nos cruzamos a diario, con el dependiente que nos atiende cada semana, con el compañero de trabajo, con el vecino que coincide en nuestro ascensor. Preguntar por cómo te encuentras, qué planes tienes de verano, cómo va la familia, qué bien te veo hoy, que genial te sienta eso que llevas...

Lo robado es ese búnker que nos sirve de coraza, ese espacio personal infranqueable, ese contacto físico que nos humaniza. Supone una pequeña invasión en la que contagiarnos de quienes forman parte de nuestra realidad. No olvides que por un tratamiento gratis de besos robados, podrás conseguir interesantes beneficios para tu salud como reducir la presión arterial, disminuir el colesterol en sangre, quemar calorías, aliviar el estrés, combatir el dolor, disparar las endorfinas en nuestro organismo. Pero sobre todo, podrás conseguir de la persona besada o saludada, una sonrisa, una nueva amistad, o tal vez un contrapunto de luz en un día gris.

No solo se roban los bancos, los votos y la wifi, también las miradas, las sonrisas y hasta los besos. Dicen que un beso robado es mucho mejor que un beso perdido. Y es que un beso nos resetea, nos enciende como un rayo y nos sacude como un trueno. Es el lenguaje internacional en el que todos nos comprendemos: «A besos entiendo, a veces no». Qué importantes son los besos, legales o robados. Con esta sensibilidad los recogía Miguel Hernández: «Una querencia tengo por tu acento, una apetencia por tu compañía... tus sustanciales besos mi sustento,/ me faltan y me muero sobre mayo». Y mejor que la teoría es la práctica. ¿A qué esperas?

* Abogado y mediador