Lo que más me gustó del debate del lunes entre los candidatos a la Presidencia del Gobierno fue el modo en que María Casado, presidenta de la Academia de TV, recibía a sus invitados: efusiva, contenta, elegante, cariñosa, como recibiríamos nosotros en nuestra casa. Naturalmente no faltó quien al instante o a la mañana siguiente la criticara por su actitud «poco profesional», por osar tomar del brazo a alguno de los políticos e incluso, ¡qué atrevimiento!, darles los dos besos de rigor cogiéndoles el rostro con las manos. Éramos tontitos, ahora encima somos pacatos y cursis.

Ser cariñoso no es más que una de las formas de la cortesía, una que en la actualidad, por cierto, le está prohibida a los hombres fuera del ámbito estrictamente familiar (antes estaba prohibido porque se consideraba una actitud poco masculina, ahora porque te pueden acusar de acoso). María Casado no solo parecía encantada con sus invitados sino que además no mostró ningún favoritismo, no estuvo más efusiva con unos que con otros, por su actitud resultaba imposible saber a quién iba a votar.

La profesionalidad sin más es a veces uno de los síntomas de la mediocridad, la espontaneidad requiere más valor, más talento, más ingenuidad también (pero en la vida cotidiana, ni la ingenuidad ni la confianza son un defecto, sino más bien una señal de juventud de espíritu). Y tampoco es que María Casado estuviese recibiendo al Dalai Lama o a Nelson Mandela, ¿eh? Se trataba de nuestros políticos actuales, esos cinco chicos. ¿Por qué no iba María Casado a tomarse la confianza de cogerles el rostro con las manos antes de entrar en el plató, antes de que todos se pusiesen a trabajar? No vi ningún gesto de rechazo.

Ser cariñoso también es una cualidad, no un defecto y uno sabe perfectamente cómo y con quién se puede mostrar así: me hubiese encantado ver a María Casado cogiéndole el rostro con las manos a Cayetana Álvarez de Toledo, aunque estoy segura de que esta hubiese reaccionado bien. Los gestos de afecto o de reconocimiento entre mujeres con poder también se han vuelto más escasos, había mayoría de mujeres entre las críticas a la periodista. Pero apoyar a las mujeres solo cuando estas hacen proclamas feministas no es feminismo. ¿Dónde están las feministas para decir que Sáenz de Santamaría y Cayetana Álvarez de Toledo son, comulgues o no con sus ideas, grandes políticas, valientes e inteligentes, mejores que la mayoría de los políticos hombres... y mujeres? Lo que sí que me extrañó muchísimo fue que ninguno de nuestros estimados candidatos se quitara la americana para ofrecérsela a la periodista, que debió pillar un buen resfriado. Aunque puede que hoy en día ese gesto también esté prohibido.

* Escritora