Seducido desde niño por la belleza y veraz en su planteamiento estético, no es raro que Juan Hidalgo del Moral haya querido titular su exposición con un lema neoplatónico extraído de los versos con que John Keats concluye el poema Sobre una urna griega: «La belleza es verdad; la verdad, belleza: eso es cuanto en la tierra sabéis, y ya más no se precisa».

La muestra, organizada por la Real Academia de Córdoba en colaboración con la Fundación Cajasol, será inaugurada esta tarde a las 20.00 horas en la sede de la Fundación Cajasol en Córdoba, y permanecerá abierta hasta el 16 de noviembre, en horario de mañana (de 11.00 a 14.00) y tarde (de 17.00 a 20.00) todos los días de la semana, excepto domingos y festivos.

La exposición, concebida como retrospectiva, incluye telas de cronología diversa. No obstante, dos tercios de la misma son obras de madurez, realizadas tras su jubilación voluntaria en 2003, año en que hizo el cartel de la Semana Santa de Córdoba. Sin desdeñar la obra precedente, valiosa en sí y que además cimenta la actual, me confieso devoto del pintor que pinta con el júbilo de la jubilación. En estos quince años Juan Hidalgo se ha dedicado exclusivamente a pintar y lo ha hecho con fruición. No hay como trabajar en lo que nos gusta y poder hacerlo a todas horas. Tiene predicamento la idea de que el creador concibe sus obras mejores en la juventud, si bien las realiza en su etapa de madurez, cuando el oficio bien aprendido le brinda los recursos precisos para llevarlas a cabo. Nuestro pintor ha alcanzado la plenitud de su arte y es natural que ahora afloren los mejores destellos de su ingenio.

Desde 2003 Juan Hidalgo del Moral vive un apasionado idilio con la pintura. Se acabaron las citas furtivas, los encuentros fugaces, las ausencias forzadas por su dedicación a la docencia. Ahora pinta diariamente, a veces mañana y tarde. La pintura fue del pintor desde su más tierna infancia y al fin puede entregarse a ella sin reservas. Las paredes del obrador de San Basilio son testimonio de esta pasión que, a juzgar por sus frutos, se me antoja intensa y tumultuosa. El estudio siempre está revuelto: la obra menor -dibujos, bocetos, proyectos,…- que no halla acomodo en carpetas y cajoneras se amontona en las mesas hasta el desbordamiento y los lienzos -la mayoría de gran formato- cambian de sitio con frecuencia y hasta de aspecto ocasionalmente, dejando constancia de que es frecuente su paso por el caballete para un chequeo periódico.

Aunque el maestro no ha dejado nunca de pintar y ha participado en exposiciones colectivas siempre que le han pedido obra, lleva décadas sin mostrarnos el fruto de su trabajo en una muestra individual. Viendo los lienzos acumulados en su estudio y la calidad de los mismos sus amigos hemos intentado, varias veces y en vano, que saliera de su mutismo expositivo, pero su norte inmediato y acuciante sólo ha sido pintar. Pienso que en el artista concurren varios motivos conectados entre sí que han propiciado su larga ausencia de las salas, pues se trata de un hombre discreto, perfeccionista, respetuoso con los demás y de una humildad inusual.

En las reuniones de amigos Juan Hidalgo del Moral siempre escucha, no trata de imponer sus ideas y rehúye sistemáticamente la notoriedad: jamás habla de sí ni de sus logros personales o artísticos. Tal forma de ser se traduce en el plano público en un rechazo al protagonismo rayano en el pánico escénico. Si a esta sencillez consustancial añadimos el anhelo de perfección que le impulsa al chequeo periódico de sus cuadros y su profundo respeto por Córdoba y los cordobeses, se entiende el por qué de la sequía expositiva a que nos ha sometido.

Efectivamente, Juan Hidalgo no es pintor que pinta para mostrar su obra, lo hace por una necesidad instintiva y sólo busca la autocomplacencia. Su preocupación no es concluir el lienzo que ha de completar la próxima exposición, sino entresacar de su amplia producción aquellas obras que estima dignas de ser sometidas al juicio del público. Su reticencia a prodigarse es hija del pundonor, la reflexión y el respeto a los demás. Me congratulo de que finalmente el pintor haya accedido a mostrarnos los frutos de su ingenio y espero y deseo que los cordobeses los disfruten en su paso por la exposición.

* Comisario de la exposición