Se llama Philip Smith. Es profesor y solista principal, en la especialidad de trompeta, de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Según los críticos, es uno de los mejores, en su especialidad, dentro de la música clásica del mundo. Cada año, al llegar las fiestas de Navidad, suele vestirse de una manera «diferente» y con su trompeta dorada, se planta ante los grandes almacenes de la ciudad de Nueva York. Lleva puesta una gorra bien calada para que nadie le reconozca. En el suelo, el estuche para recoger el dinero que le echan. Interpreta temas navideños. Y así, tocando con su maestría, pasa horas en las frías calles de Nueva York, con el fin de recaudar fondos para una obra benéfica. Dicen que siempre hay corros de gente fascinada por su virtuosismo, aunque también hay alguien que, al pasar, se ríe o se burla de él. Pero nadie puede imaginar quién es aquel hombre y lo difícil que suele ser poder conseguir unas entradas para escucharle, cuando toca en la Orquesta Filarmónica de Nueva York. «Es muy importante para la realización personal y el contento interior --afirma el músico Smith--, saber negarse uno a sí mismo y hacer el bien, ayudar al prójimo que nos necesita». Mi compañero Alimbau, sacerdote y escritor catalán, nos recuerda la historia, que viene como anillo al dedo en estas vísperas navideñas. Probablemente, si nos damos una vuelta por el mundo, podemos encontrar muchos «belenes humanos», con los mismos protagonistas de aquella primera Nochebuena de la historia. Personajes importantes que se hacen niños, que saben compartir la inocencia infantil, y colocar su corazón a la altura de la «cátedra del portal de Belén», que tanto nos enseña. Gente buena que capta las necesidades de un prójimo que, no solo necesita ayuda material, sino calor y color para replantear su vida, elevando su dignidad y captando su verdadero sentido. Al igual que el trompetista generoso de Nueva York, son muchas las personas que «descienden» a los problemas reales, se visten de manera «diferente» y organizan, con imaginación y encanto, verdaderas «noches buenas», en las que brilla la estrella de la bondad, de la acogida, de las soluciones eficaces, de la entrega fraternal.

* Sacerdote y periodista