Le he planteado una batalla final a mi barriga para la cual utilizo todas las herramientas a mi alcance, incluido este artículo de opinión. Puede parecer una frivolidad pero no lo es.

Como aún la tengo puedo hablar de ella sin miedo a que alguno de mis detractores me haga un nuevo traje. La barriga es ese suplemento anatómico detrás del que camina el cuarentón español medio; la barriga precede al hombre, primero pasa ella, después él.

De la barriga es vulgar hasta el nombre. Trata de esconderse sin éxito tras la chaqueta de la talla 54 que no cierra y la realza un poco más. La chaqueta es esa prenda universal que intenta tener pero no tiene, dos utilidades estéticas: poner hombros donde lo no los hay y quitar barriga donde la hay.

La chaqueta ha conseguido justo el efecto contrario; sabemos desde lejos quien tiene barriga porque trae chaqueta. ¿Tiene algún sentido que no sea meramente protésico ver una chaqueta en la Feria de Córdoba a 30 grados?

Cuando me preguntan cómo quiero la Coca-cola en casa de mi hermana donde vive mi madre y digo «normal», mi madre se siente en la obligación de decir «No. Ramón, light» que traducido al español significa «No. Ramón tiene barriga».

En la anatomía de la barriga hay un componente que el gran público desconoce. Además de la grasa subcutánea está la grasa intraabdominal. Es tan abundante que apenas sí puede ser contenida por los músculos rectos del abdomen en su parte central y por transverso y oblicuos en sus porciones laterales.

En la fisiología de la barriga hay dietas hipercalóricas en vidas sedentarias, es decir, pádel y similares. Si seguimos el peso de un jugador de pádel observamos que se incrementa 5 kilos al año y su perímetro abdominal 3 centímetros. El tercer tiempo tiene la respuesta a tal enigma.

En la sociología, la barriga nos iguala a todos, los parlamentarios y los ujieres, los ingenieros y los albañiles, los catedráticos y los bedeles, los médicos y los pacientes... A partir de los 50 (algunos mucho antes) tienen/tenemos barriga.

En la moda, la barriga maltrata al cinturón. Imaginemos la H de Hermes en un cinturón de un joven delgado mirando al frente con gallardía; ese mismo cinturón en su padre cincuentón podría no verse porque estaría mirando al suelo como consecuencia de la barriga. En casos extremos el cinturón se vuelve del revés marcando la H en la piel del sujeto en cuestión.

En definitiva, barriga mía, que te odio y te detesto con toda mi alma, que te declaro odio eterno, que voy a por ti y que si consigo perderte, que no lo creo, lo celebraré frugalmente para no volver a tenerte y que si lo único que consigo es reducirte me conformaré con aquello de... «tu padre se conserva bien», como dicen las amigas de mis hijas.

* Médico