Si no vuelvo pronto al juzgado, podría tener futuro como adivina. Ya dije que el 2020 no lo olvidaríamos y que la intransigencia totalitaria se apoderaría de nosotros. Una de las noticias de ayer, que hubo muchas, fue la pelea con agresiones y detenidos por primera vez en Madrid, entre grupos abanderados de ultras en contra y a favor del Gobierno.

La inmensa mayoría de los ciudadanos nos situamos en medio y no hacemos una utilización maniquea de ninguna bandera para salir a la calle en plena pandemia, ni lo hubiéramos hecho, ni lo hicimos; tampoco hacemos escraches, ni los haremos, porque creemos que el totalitarismo perjudica seriamente el bien común.

El mismo día que se paseaba el féretro de Julio Anguita por las calles de Córdoba con un cortejo de personas con mascarillas y banderas republicanas, casi a la misma hora se congregaba en el Vial otro grupo nutrido de ciudadanos que ondeaban las banderas de España, como si para estar en desacuerdo con el Gobierno fuera obligatorio ondearla o, al revés, que los que lo están no puedan reivindicarla. A los que no fuimos ni a un sitio ni a otro, ni ondeamos públicamente ninguna bandera, nos queda el amargor - o la satisfacción- de no estar de acuerdo con unos, ni con otros.

Admiraba profundamente a Julio Anguita por sus ideas, por su integridad, por decir lo que pensaba y hacer lo que decía, porque desde mi distancia, desde mi edad, y desde mis circunstancias me pareció un buen alcalde de Córdoba, sino el mejor. Pero no, no fui a su funeral, entre otras razones porque en un época de tantos funerales silentes, anónimos y sombríos (¡ay que solos se quedan los muertos!) entendí que no era el momento de ese cortejo por el agravio para los que no tuvieron funeral. Tampoco fui a la otra «congregación», llamarle manifestación es muy pretencioso y lo único que vi como elemento común fue el apoderamiento de una bandera, que también la considero mía.

Si no evitamos el totalitarismo en estos tiempos que corren, de cualquier sesgo, vamos a crear una sociedad fracturada, incluso en el seno de las propias familias, como eso que tanto hemos criticado cuando nos contaban que en Cataluña ni en las comidas familiares se podía hablar de independentismo.

No, no estoy en ningún bando totalitario, porque además las banderas no pertenecen a nadie, ni a ningún partido y menos aún la bandera de todo un país. La bandera de España es de todos los españoles, estén a favor o en contra de este gobierno y de los muchos que vendrán, y critico la apropiación indebida de quienes con ella insultan, agreden y hacen escraches.

* Abogada