Tengo que admitirlo, pertenezco a una generación acomplejada. De joven, me tragué la patraña de que la bandera y los símbolos de nuestro país eran cosa de la derechona rancia. Exhibirlas no era moderno, no era «cool» ni «trendy» como se dice ahora. Por fortuna, la juventud pasa y las ideas se aclaran. Incluso lo reconoce Juan Carlos Monedero, cuando dice «Pablo (Iglesias) no tenía previsto hacerse mayor...» para justificar así su necesidad de una propiedad privada en la que criar y proteger a sus hijos. Como si algo tan elemental necesitara justificación...

Entendí que la izquierda había dejado que la derecha se apropiara de unos símbolos que deberían representarnos a todos, mientras abrazaba otros como la bandera republicana, la estrella roja o la litografía del Ché, para diferenciarse. Nada hay más español que esa necesidad atávica de diferenciarnos del vecino.

En cuanto a mí, de aquel complejo solo me queda hoy la sana envidia que siento por mis hijos, que no dudan ni un segundo en enfundarse «la roja», ni en ondear la bandera si se tercia. A veces creo que el deporte es lo único que mantiene unido a este país. Dónde estaríamos de no haber ganado la Eurocopa ni el Mundial.

Pero sentirse español es mucho más que la utilización de unos símbolos. El domingo 20 de mayo tuve la oportunidad de asistir a la presentación de la Plataforma «España Ciudadana», y me sentí identificado con todos los testimonios de quienes participaron en el acto. Con el dolor compartido con Santi Acosta, uno de los periodistas que narró el asesinato de Miguel Ángel Blanco, y la reacción unánime que unió a este país en días posteriores. Con Pedro García Aguado (Hermano Mayor), que superó sus peores y más destructivas actitudes gracias a que buenas personas le hicieron creer en todo lo bueno que hay en cada uno de nosotros. Con la escritora Jimena Bañuelos, hablando maravillas de nuestros profesionales sanitarios y los hospitales en que se recuperó de una leucemia con un trasplante de médula. Y con Eduardo López Collazo, un científico cubano que ha hecho de nuestro país el suyo y vive volcado en su investigación contra el cáncer.

Ruego que no se me malinterprete, no quiero parecer conformista. En España hay mucho que mejorar, muchas instituciones que renovar, mucho camino que recorrer. Pero también hay muchas razones por las que sentirnos orgullosos. Por lo que fuimos y por lo que somos. Porque somos un país solidario, porque juntos vencimos al terrorismo, porque somos líderes en trasplantes, en energías renovables, y porque contamos con infinito talento entre nuestros emprendedores. Hay muchas razones con las que acallar a los pesimistas y a los cenizos. A los que quieren romper España ni siquiera me voy a referir.

Frente a ellos, viene una España con la que recuperar la ilusión y la dignidad, la España de los ciudadanos libres e iguales, sujetos de derecho por sí mismos y no por su pertenencia a un territorio. Una España orgullosa de su patrimonio cultural y de su diversidad. Una España que quiere ser más democrática, más moderna, más competitiva.

Una España optimista y sin complejos. Únete en www.espana-ciudadana.es.

* Diputado nacional por Córdoba de Ciudadanos