España se proclamó ayer campeona del mundo de baloncesto tras una exhibición ante Argentina (75-95) y suma así su segundo título mundial, un mérito que pocos países han logrado (solo han sido campeones mundiales más de una vez EEUU, Brasil y las extintas URSS y Yugoslavia). La selección española ha reiterado que lleva dos décadas en la cumbre del baloncesto mundial. Lo demuestra una mirada a la estadística: España ha estado en las semifinales de los 18 grandes torneos disputados en este siglo entre JJOO, Mundiales y Europeos. En este último de China, además, fue el primero en que no ha participado nadie de la generación de los júniors de oro. Sí lo han hecho hombres como Marc Gasol, Rudy Fernández -campeones del mundo en el 2006- Ricky Rubio y Sergi Llull, que han cogido el mando después de compartir triunfos con la generación de 1980. Ellos han sido los pilares de un equipo que se presentó en China con bajas sensibles, la de Pau Gasol por lesión y otras por renuncias, pero que no por ello ha perdido las señas de identidad de estas dos décadas: una ambición, un sentido colectivo del juego y un carácter competitivo indesmayables. Esas virtudes han suplido las lagunas. Y no sería justo obviar el papel del seleccionador Sergio Scariolo, un técnico que ha sabido explotar el talento de sus hombres.