Durante el anterior mandato del PP en el Ayuntamiento de Córdoba, hubo un par de concejales de la oposición que se llenaban la boca a diario con críticas e insultos hacia la gestión realizada. Una vez realizadas las elecciones y con un gobierno injusto de la coalición PSOE-IU, creía que mi ciudad iba a cambiar, despertando de su letargo perenne y progresando laboralmente cada día.

Por desgracia y, tras medio mandato, compruebo no solo que la situación va a peor, sino una capital muerta e inmóvil, poniendo trabas al poco trabajo existente. Ejemplo lo tenemos en Rabanales-21: en vez de dar facilidades al empresario inversor, instalado en Córdoba, se ve abofeteado por críticas envidiosas, destructivas y abusivas, además de invadirlo con impuestos innecesarios. Por lo visto, en vez de crear empleo en condiciones, este gobierno inútil se dedica a destruirlo. ¡Qué pena de industrias mutiladas con el tiempo! Por cierto: hay pymes que también están en terrenos no urbanizables, al igual que Colecor, pero como esta es de Rafael Gómez, pues: ¡a destruirla! Una ciudad envidiosa no puede progresar, ni avanzar nunca. Málaga y Sevilla son económicamente mucho más potentes. Nos dan 20.000 vueltas en todo. Aquí en Córdoba solo nos mueve la envidia y la palabrería sin cumplir. La misión de un gobierno municipal no es tan sólo con quitar coches de las calles y luchar por el medio ambiente. Son tareas secundarias e insuficientes. ¿Cómo puede ser concejal de Urbanismo una persona cuyo partido político obtuvo tan solo 4 concejales en el Ayuntamiento?

Repito: ¡Qué pena de mi Córdoba la llana!