Que estaba sin nombrar el ministro de Agricultura y, con el tema astronáutico de Pedro Duque, no nos habíamos dado ni cuenta. De repente una voz en la Redacción: «Luis Planas, ministro de Agricultura». Ay, Omá, esto sí que no lo hubiera adivinado ni el Oráculo de Delfos, por muchos pollos degollados y hasta carneros asados que se hubieran depositado en sus aras. Nos tiene Pedro Sánchez en una tensión digna de Bourne, a ritmo de triller, pero sus nombramientos vienen con una carga poético-mensajística que parecen ser autosuficientes en sí mismos. Sí, señor presidente, lo hemos comprendido, estamos muy contentas de lo fácil que le ha sido reunir un elenco de ministras con unos currículos impresionantes y una enorme valía para demostrar que no hay que buscar mujeres... ¡Solo hay que nombrarlas, porque están ahí! En eso, ha sido usted impagable, un ejemplo que a ver si lo siguen los que tienen por el mango la sartén de los nombramientos en empresas, colectivos y entidades. Luego lo de Europa. No se quejará la Unión Europea, que ya le ha robado usted al menos tres cualificadísimos puntales para demostrar que España es europeísta. Y luego, lo de Andalucía, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, la misma que elaboró la propuesta de la Junta sobre financiación autonómica. Pero también la vicepresidenta Carmen Calvo, cordobesa que se mantuvo fiel a Sánchez cuando Andalucía era un erial para el pedrismo. Y Luis Planas, ese cordobés de Valencia, hasta ayer secretario general del Comité Económico y Social Europeo, que desembarca ahora que hay que negociar la PAC... Y que hubiera competido contra Susana Díaz en las primarias socialistas si hubiera conseguido reunir los avales necesarios... ¡Cuántos mensajes!, algunos muy claritos para la presidenta andaluza, se diría. Este Gobierno tiene mucho peso para ser provisional. Vamos a ver cuánto dura.