La representación gana vigencia, es una tribuna en movimiento combustible y líquido. En el Folklife Festival de Washington ha habido un broncón monumental entre el presidente de la Generalitat, Quim Torra, y el embajador de España y exministro Pedro Morenés. Torra fue el primero, con su discurso habitual sobre el referéndum ilegal del 1-O, la declaración unilateral de independencia y los «presos políticos» al referirse a los cabecillas del procés en prisión preventiva por malversación y rebelión. Luego habló de «represión» para calificar al Estado español y de «exilio» para definir la situación de los imputados fugados a Bruselas, como Puigdemont. Y la teatralidad: luego, los cincuenta miembros de la delegación catalana le aplaudieron y cantaron Els Segadors, que Torra continuó a capela tras bajar de la tribuna, entre gritos de «Viva Cataluña», a los que Torra respondió: «¡Libre!». Y una y grande. Porque después le tocaba intervenir al embajador español, Pedro Morenés, que acusó a Torra de mentir porque «en España no hay presos políticos», mientras argumentaba que varios indicadores internacionales han defendido la democracia española. A continuación, el embajador denunció la situación de «asedio» que vive la otra mitad de los catalanes, la que sí quiere seguir dentro de España. Morenés lo había escuchado, pero Torra no estaba dispuesto a hacer lo mismo: él y su delegación se levantaron entre abucheos y gritos de «¡Libertad!», mandándole callar. Pedro Sánchez responde: «Presos políticos en España no hay». El ministro de exteriores, José Borrell, confirma que «ningún embajador de España puede permanecer impasible delante de los ataques que el señor Torra dirigió al sistema político español hablando de represión». Ya sabíamos que para parte del independentismo radical la libertad de expresión consiste en no dejar hablar a los demás; pero ahora también se sabe en Washington. Se han desvelado rápido, en un autorretrato de simbolismo súbito.

* Escritor