En la primera sesión de investidura, Sánchez argumentaba solicitando apoyos, que de no salir adelante su investidura sería la primera vez en la historia democrática de España en la que un candidato a la Presidencia es rechazado; como si ello fuera una razón determinante y de peso para otorgarle confianza. El fracaso de todo ello no son los demás, sino él mismo, habiendo quedado patente tanto en su «no programa» expuesto como en los vaivenes de dimes y diretes entre PSOE y Unidas Podemos, que precisamente no se le podía otorgar la confianza parlamentaria que solicitaba.

El candidato, se presenta en el hemiciclo exigiendo, hasta coactivamente, a PP y Ciudadanos la abstención, admitiendo que no tiene apoyos, o mejor dicho, sin decir que los que tiene (nacionalistas y separatistas) son insuficientes. Ello sorprende no solo a estos mismos partidos, sino a los de Iglesias, con los que ha mantenido llamadas y reuniones constantes para llegar a un pacto de cooperación, según PSOE, o de coalición, según Unidas Podemos, en los que lo único que se habla es de sillones y no de programas. Cuando el propio Sánchez manifiesta públicamente que no quiere que se le controle desde dentro de su gobierno y que no se fía de Iglesias, y por ende, de su partido, es evidente que no existe confianza ni buena fe en la negociación. Un programa de gobierno no se pacta en 48 horas cuando la defensa de la unidad territorial de España está en juego, y la postura de Iglesias al respecto no es clara. Sin embargo, cuando uno da por rota la posibilidad de acuerdo, el otro insiste en seguir tendiéndole la mano, a pesar de negar lo que el otro manifiesta o propone, y así hasta el último segundo antes de la segunda votación, como rogando continuar las conversaciones con el único objetivo que tocar poder, sillones, sin programa conjunto que someter a la Cámara. Durante todo éste tiempo de rondas de conversaciones, tensas, contradictorias e incluso despectivas, y con filtraciones interesadas, hemos asistido a un auténtico juego de tronos. Si no hay confianza entre los que están negociando, ¿cómo pueden dársela en resto de partidos? Y yo me pregunto, si a pesar de no haber conseguido hasta el momento la Presidencia del Gobierno, todavía hay margen de maniobra para el que está en funciones, Sánchez y su ideólogo Iván Redondo, no han jugado a destronar a Iglesias y su partido de cara a una posible convocatoria de elecciones. Porque, por una parte, si el eje de las reuniones han sido los sillones, no tiene sentido que en septiembre se pacten tronos que podían haber conseguido ahora; y por otra, plegarse Iglesias a unos sillones «decorativos» como él los calificó, incluso obviando la propia consulta inducida que hizo a sus bases, es desvirtuar la esencia del podemos que lideraba. Y así el PSOE va cogiendo más terreno en la izquierda, frente a la fragmentada derecha.

De nuevo, los ciudadanos asistimos cansados a la irresponsabilidad política en la que los egos están por encima de todo y de todos. Espero que este verano Iglesias y alguno más, en vez de releer Juego de tronos acierten con el sosiego y mesura de la lectura de un libro, que, con estos calores, les rebaje la ambición personal, aunque sea para seguir negociando a la vuelta del verano, porque seguirán. ¡Ya no se trata de sólo de responsabilidad, sino de dignidad política!

* Abogada