De publicidad entiendo lo justo. De Sociología, incluso quizá un poquito menos. Mucho más experiencia tengo en lo de estar en deudas con los bancos, algo que no se refleja en un currículum pero que da mucha sabiduría. El caso es que juntando estos tres conocimientos me he permitido elaborar hasta una teoría sobre la nueva crisis que, dicen los expertos, se nos echa encima sin que nadie nos hubiera avisado antes de que ya hayamos salido de la crisis anterior.

Así, me he puesto a comparar cómo era la publicidad de los bancos poco antes de los años de la macro-crisis del 2008. Eran anuncios en televisión hormonados, repletos de testosterona y estimulantes, como la propia economía de la época. ¿Se acuerdan? Que un banco ofrecía un producto con un 4% de algo (de intereses, de réditos, de lo que sea), pues salían a la calle repletos de euforia anfetamínica el panadero, el médico, el electricista y el pensionista a bailar de contentos luciendo la cifra, con una coreografía de película de Hollywood y concluyendo ante la sucursal del banco... ¡Ay! ¡Tiempos aquellos de confianza en los que la felicidad económica no iba a tener fin, según nos decían!

Ahora, cuando hemos aprendido algunas cosas de la crisis (aunque también hemos olvidado prontísimo otras esenciales), los anuncios de los bancos son distintos. De hecho los bancos son diferentes, sin caja y con cita previa, como para ir al dentista pero sin tener que abrir la boca aunque con el tratamiento posiblemente igual de traumático las más de las veces. En la publicidad se habla de bancos que no son bancos (que, por cierto, no sé yo si es buena estrategia publicitaria), hay entidades que empezaron como financieras de tarjetas y que ahora son bancos «sin comisiones» y con un cercano mensaje a las necesidades del cliente e incluso entidades que en su campaña publicitaria reinterpretan las siglas de conceptos económicos para abordar problemas del día a día. Y todo ello con escenas más realistas de la vida cotidiana, incluso incorporando imágenes de bienes que, paradójicamente, no se compran con dinero: de naturaleza, la cara feliz de un hijo... Ya ven, una publicidad muy distinta de la de hace década y media, quizá más modesta, con algo de humildad bancaria, si es que estos términos, «humildad» y «banco», pueden ir juntos.

Y no sé, da la sensación de que la publicidad actual de las entidades financieras pueda ser signo de que algo hemos aprendido (no mucho, insisto) de la pasada crisis y que la próxima puede que sea menos cruel, menos inhumana, más realista... Aunque seguro que será igual de dolorosa para quienes le toque de lleno.