Un año más, y cada vez peor, en un país cuya constitución declara como laico, el mal gusto y los abusos de las hermandades de cofradías y el Cabildo Catedralicio, potenciados por su afán de lucro, se imponen al resto de ciudadanos, lo quieran estos o no. Es lamentable y bochornoso el espectáculo en torno a la Mezquita-Catedral, un monumento Patrimonio de la Humanidad, en medio de un casco histórico con idéntica protección donde desde tres semanas antes de Semana Santa, y a saber cuántas después, se montan horrendos mazacotes de tubos de hierro y toldería roja, con estructuras directamente apoyadas sobre el monumento, pisando e inutilizando todo el mobiliario urbano junto a la Puerta del Puente (únicos puntos para descanso de los visitantes), imposibilitando o dificultando gravemente el disfrute del entorno monumental a ciudadanos y visitantes, perforando el asfalto de la calles para separar a los clientes de pago del «vulgo», montando quioscos de venta de tickets contra el lateral del monumento, cortando calles indiscriminadamente y creando tremendas situaciones de peligro ante cualquier tumulto, atentado o emergencia. Si le sumamos otro espectáculo bochornoso digno de cualquier país del tercer mundo y sin educación, como son los «espurreadores» de cáscaras de pipas y otras porquerías que se deleitan convirtiendo el casco histórico en un estercolero, tenemos la «tormenta perfecta» para que el Icomos de la Unesco se empiece a plantear si realmente merecemos distinguirnos con dos declaraciones de Patrimonio y si empezar a condicionarlas mientras nuestras instituciones, como Ayuntamiento y Junta, mantengan esta actitud cobarde y pusilánime de plegarse a toda exigencia que venga de la Iglesia católica o las cofradías.