En el corazón del mes de agosto, el próximo miércoles, día 15, los cristianos de Oriente y Occidente celebramos conjuntamente la fiesta de la Asunción de María a los cielos. En Oriente se le llama todavía hoy «Dormición de la Virgen». La fiesta de la Asunción es un gran misterio, pero es, sobre todo, un misterio de esperanza y de alegría para todos. Como bien proclamó el Papa emérito Benedicto XVI: «En María, vemos la meta hacia la cual caminan todos los que saben unir su propia vida a la de Jesús, que lo saben seguir como hizo María. Esta fiesta habla de nuestro futuro, nos dice que tambien nosotros estaremos junto a Jesús en la alegría de Dios y nos invita a tener valentía, a creer que el poder de la resurrección de Cristo puede obrar tambien en nosotros y hacernos hombres y mujeres que cada día tratan de vivir como resucitados». En muchos pueblos de Andalucía se la denomina como la «Virgen de agosto», y son muchas las parroquias y conventos que nos muestran la imagen de la Virgen recostada sobre una cama, en el momento de la «Asunción». En Córdoba, se la invoca como la «Virgen del Tránsito», y en el barrio de san Basilio, como «la Virgen de Acá», saliendo en procesión por toda la zona de la Mezquita-catedral. La fiesta de la Asunción de María a los cielos, nos invita a caminar mirando al cielo. Michel Quoist evocaba estas palabras: «Mi mejor invento, dice Dios, es mi madre. Hice yo a mi madre, antes de que Ella me hiciese. Así era más seguro». El obispo emérito Pedro Casaldáliga la contempla así en sus versos encendidos: «Plenitud de agosto,/ vuelo de Asunción./ Bodega con mosto,/ de tu corazón». Pero será Gerardo Diego el que nos invite en un bellísimo poema a mirar a María en las alturas: «¿A dónde va cuando se va la llama?/ ¿A dónde va cuando se va la rosa?/ ¿Qué regazo, qué esfera deleitosa,/ qué amor del Padre la alza y la reclama?/ Esta vez como aquella, aunque distinto;/ el Hijo ascendió al Padre en pura flecha./ Hoy va la Madre al Hijo, va derecha, al Uno y Trino, al trono en su recinto». Finaliza el poema con un toque de esperanza sublime: «No se nos pierde, no, se va y se queda./ Coronada de cielos, tierra añora./ Y baja en descensión de Mediadora,/ rampa de amor, dulcísima vereda». No se podría decir mejor ni expresar mejor la teología en unos versos. En la fiesta de la Asunción contemplamos a María, abriéndonos de par en par las puertas de la esperanza a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo, no perder nunca la amistad con Él sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra, seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios.

* Sacerdote y periodista