Como es sabido, el reputado ingeniero aeronáutico Pedro Francisco Duque Duque se halla al frente de un ministerio de nombre extenso y algo rimbombante -Ciencia, Innovación y Universidades-, pero conocido en la poderosa jerga mediática y por el hombre y la mujer de la calle como Ministerio de Universidades. De prestigioso currículo profesional, según acaba de recordarse en un área científica y en una actividad de trepidante actualidad e interés público como es la materia concerniente a la carrera espacial, la aureola mediática que rodeara al astronauta madrileño fue, sin duda, un factor sobresaliente en su denominación para tan alta responsabilidad política justamente en un Gobierno a la husma acezante de vanguardismo temático e informativo.

Tras unos comienzos envueltos en la polémica surgida de su controvertida declaración de bienes, la popularidad que impulsara inicialmente su designación ministerial se recobró, y su figura se asentó como una de las más prometedoras del caleidoscópico gabinete rectorado por el economista madrileño Pedro Sánchez. Pese a las naturales impaciencias de los periódicos y la opinión pública por enjuiciar con caracteres cuasi definitivos la actuación de Pedro Duque y del resto de sus compañeros en la relevante misión que les fuese asignada todavía no hace un año, aún es pronto para llevar a efecto tan delicada función. «Los molinos de los dioses trabajan muy despacio», decía el viejo Homero, y nada ha acontecido desde sus lejanos días que obligue a rectificar su sentencia.

Con todo, empero, en el muy especial terreno del Alma Mater quizá su labor haya dejado ya más de un indicio o señal que permita, cuando menos, aventurar alguna toma de posición ante la tarea desarrollada hasta el presente. Muy penetrado como gran ingeniero aeronáutico que es -número uno de su cuajada promoción- del todopoderoso factor económico cara al desarrollo de las ciencias experimentales, sus reclamaciones de cuantiosas inversiones en dicho terreno han sido muy aireadas por prensa y radio, concitando de igual modo la sintonía más completa con el portavoz del Consejo de Rectores, precisamente un muy notable historiador de la España ilustrada, protagonista del más grande impulso regenerador de los tres últimos siglos de nuestra historia.

Mas como, quevedianamente, el tiempo ni vuelve ni tropieza, no es posible esperar en el estado actual de nuestra Universidad a que la gestión de los responsables ministeriales alleguen la cifra necesaria para diseñar e implementar un proyecto de largo alcance cara a su más inmediata trayectoria. Con los mismos o, incluso, menores mimbres se materializaron en el pasado inmediato y en el remoto planes de enseñanza superior que, en un balance global, arrojaron un saldo positivo para la buena marcha del Alma Mater hispana.

* Catedrático