Es difícil. Estos días resulta casi imposible. Nosotros, con toda la amplitud que queramos darle a ese sujeto, andamos con el foco clavado en nuestras luces y nuestras sombras. Sí, es complicado alejarse por un momento de todo lo que nos está ocurriendo. Nos afecta social e individualmente. Pero, en estas calles que andan revueltas, que han sufrido heridas y de las que brotan banderas, hay algo que hemos perdido. Más bien, algo que no ha llegado. Una ausencia que apenas tiene ningún peso en nuestras vidas. Tan solo en nuestra conciencia.

Hace apenas diez días acabó el plazo para que los estados miembros de la Unión Europea acogieran a 160.000 refugiados. España solo ha amparado a 1.980. Más de 15.000 personas faltan por llegar. Se han quedado a las puertas de lo que habían soñado que sería su hogar. De nuevo, han vuelto a perderlo. ¿Podemos pensar un momento, aunque solo sea un segundo, en ellos?

Multipliquemos la inquietud que ahora sentimos la mayoría de nosotros por la situación política en Cataluña. Recordemos las imágenes de las brutales cargas policiales y elevemos la violencia hasta no poder resistirlo. Imaginemos que, en esa sangre, en ese terror aumentado, están nuestros hijos, nuestros amigos, nuestras parejas, nosotros mismos…

Tomemos nuestro desasosiego, nuestro nerviosismo y llevémoslo al límite. También esta sensación de que estamos viviendo lo que nunca creímos que viviríamos, lo que habíamos leído en los libros de historia. Repasemos todos los insultos que hemos oído, todos los desprecios que hemos visto reproducirse de un lado a otro, la agresividad latente que hemos entrevisto en algunos. Hoy podemos intuir, solo intuir, la percepción de que el suelo se tambalea, lo sólido se torna maleable, los asideros se escurren.

15.000 personas que han sufrido lo que no podemos ni imaginar, que han perdido mucho más que lo palpable, siguen varadas en algún lugar, soñando con el hogar que les hemos negado. Sí, es difícil pensar en algo más allá de lo que ahora nos está pasando. Así empieza todo.

* Escritora