El arzobispo castrense de España, monseñor Juan del Río, acaba de publicar un libro con el título Nuevos apuntes para la vida (Bac Popular), que es todo un Manual de cristianismo vivo, sencillo, cercano y penetrante. Los «apuntes» abarcan el arco de tiempo que va del año 2006 al 2018, período en que el autor desarrolla su ministerio pastoral en la diócesis de Asidonia-Jerez y en el Arzobispado castrense. Conocí a Juan del Río, cuando desempeñaba el cargo de secretario general de la Conferencia Episcopal del Sur, y desde entonces, he mantenido con él una sincera amistad, acentuada en su etapa de presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social. Brilló siempre su clarividencia a la hora de exponer temas relacionados con la sociedad de nuestro tiempo, su equilibrio, su especial interés por el diálogo y el entendimiento. Juan del Río lleva dentro, como andaluz, el acento de su tierra y su religiosidad popular, enmarcada en su aliento y contribución a la «cultura de la paz». En su obra, el arzobispo va escogiendo no solo temas sino realidades; no solo problemas, sino soluciones; no sólo perspectivas evangélicas, sino afanes y tareas del hombre y la mujer de nuestro tiempo, que busca en lo más profundo de su existencia, la verdadera felicidad. Destaca y profundiza en principios insoslayables: «Amar y respetar la vida», «aceptar el fracaso», «recuperar la alegría», «la fuerza del corazón», y tantos mensajes como Juan del Río va colocando en sus lectores para que conozcan a fondo los resortes de una «vida lograda» y las «claves para conseguirla». Espigando con libertad en sus más de cuatrocientas páginas, me atrevería a escoger un buen puñado de sus «frases más hermosas» en este libro: Primera, «el mejor servicio a esta sociedad gris es que los cristianos volvamos a los orígenes de nuestra fe»; segunda, «recuperar la auténtica alegría pasa por redescubrir al Dios que tiene rostro humano y cuyo nombre es Enmanuel»; tercera, «el hombre del siglo XXI es un ser incapacitado para oír a sus semejantes, para atender al más pobre e incluso para escuchar al Dios que nos grita y nos ofrece constantemente la felicidad»; cuarta, «la fuente primera de esperanza es siempre la familia»; quinta, «aquellos que se han dejado seducir por el Dios vivo han encontrado la respuesta a los grandes misterios de la vida y de la muerte», sexta, «una de las grandes aportaciones del cristianismo al pensamiento de la humanidad ha sido su oferta de esperanza»; séptima, «no caigamos en la trampa ni en el engaño; la mentalidad antivida revela la crisis moral que padece la modernidad»; octava, «lo verdaderamente progresista es acoger, proteger y respetar la vida humana desde el primer instante a su final natural»; novena, «el drama contemporáneo es el eclipse de Dios, y el que la sociedad haya entrado en el álgido invierno del espíritu»; décima, «solo Dios saciará el corazón humano para siempre y sin término». Vale la pena adentrarse en esta obra de Juan del Río, porque cada uno de sus mensajes se abre paso en los afanes e inquietudes de la sociedad de hoy, e ilumina con fuerza a esa inmensa caravana de los «buscadores de Dios», en todos los caminos y en todas las situaciones de la vida.

* Sacerdote y periodista