El magnífico actor recientemente fallecido Arturo Fernández se quejaba de la persecución que padecía por parte del actual régimen de partidos. Él, que llenaba los teatros por méritos propios y que no necesitó nunca de subvención pública, fue perseguido por ello. Muy típico de toda dictadura: los que no están conmigo o no dependen de mí, están contra mí. Comentó que sin embargo en el régimen franquista no sufrió persecución alguna, a pesar de ser hijo de anarquista exiliado. Como tampoco la sufrió su amigo Paco Rabal, a pesar de repetir públicamente, que era comunista. Lo que no quita «méritos» al genocidio franquista, por supuesto. Lo cierto es que el poder de ahora no mata como el de antes a garrote vil o por fusilamiento, pero sí que mata de hambre. Y para muestra, un botón.