Uno de los mayores placeres del ser humano, y de los más baratos, es alzar la mirada al cielo en las noches de verano y contemplar las estrellas. Un gesto cargado de poesía en el que se han deleitado todas las artes y que sin embargo es mucho más que un desahogo romántico, pues explorar otros mundos celestes con ayuda de la técnica nos hace conocer mucho más el nuestro. Por eso se celebra tanto cualquier hallazgo que arroje luz sobre las luces de arriba. El último que ha trascendido se debe a un joven cordobés, el astrofísico prieguense Rafael Luque, que ha logrado situar en el universo un nuevo sistema solar y tres de los planetas que orbitan a su alrededor, uno de ellos al parecer con posibilidad de estar habitado.

Con frecuencia nos quejamos, y con razón, del desgarro que supone ver cómo nuestros mejores jóvenes se ven obligados a buscarse la vida muy lejos de sus casas por falta de salidas profesionales cercanas, pero noticias como esta compensan del esfuerzo y, en cierta forma, ponen justicia poética en una realidad que desangra familias y desalienta a toda una generación. Según lo que contaba la periodista Araceli R. Arjona en estas páginas, Rafael Luque tiene 26 años y una mente privilegiada que le ha propiciado una beca de doctorado en el Instituto de Astrofísica de Canarias. Allí lidera un estudio que ha confirmado la existencia de una estrella más pequeña que el sol, una «enana roja» que han dado en llamar GJ 357, situada a 31 años luz de la Tierra; poca cosa tratándose de distancias siderales, lo que la convierte en algo así como la vecina de la puerta de al lado. Pero lo que más ha llamado la atención del descubrimiento es que incluye la localización de tres exoplanetas, uno de los cuales, que se intuye con mucha agua, podría ser el planeta habitable más próximo a la Tierra.

A la mayoría de los terrícolas todo esto nos suena a ciencia ficción, o como mucho nos recuerda los avatares del Principito de planeta en planeta cuando huía de los desdenes de su rosa, pero para la comunidad científica es un avance importante. Uno más desde que se produjera el más famoso, del que acaban de cumplirse cincuenta años, la llegada del hombre a la luna. Aquel 20 de julio Neil Armstrong, el primero que la pisó, dejó acuñada una frase para la historia: «Este es un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la humanidad».

De esos pequeños pasos de ingentes repercusiones sabe mucho la astrofísica, también cordobesa, Casiana Muñoz-Tuñón, subdirectora del Instituto de Canarias que ha sido testigo del descubrimiento de Rafael Luque. Más de 30 años lleva dedicados al estudio de los astros en dicho centro espacial esta mujer dinámica y perseverante, recién nombrada académica por la Real Academia de Córdoba. Tres décadas largas en las que esta madre de familia bien apegada al suelo, deportista y con aficiones literarias, ha rastreado la física de la formación estelar violenta de las galaxias a la vez que encabeza el Grupo de Calidad del Cielo, que no solo analiza la contaminación lumínica sino asuntos como el ahorro energético. Y es que la astrofísica tiene una vertiente práctica mucho más allá de lo que uno pueda figurarse. Aunque como afirmaba Casiana Muñoz-Tuñón no hace mucho en Córdoba, invitada por el Foro Único del Consejo Social de la UCO, lo principal es que la humanidad conozca el sitio donde vive, porque «saber de la formación de la Vía Láctea es conocer nuestra historia». Y ver la luz de las estrellas, suele añadir, es un derecho amparado por la declaración universal de la Unesco. Por suerte, tenemos cerca la Reserva Starlight de Los Pedroches y, más cerca aún, los cines de verano.