No sé cuántas veces he podido ver La máquina del tiempo, no sé cuántas veces he viajado en el tiempo con el intrépido George Wells la noche del 31 de diciembre de 1899, tras reunirnos con todos sus amigos y desaparecer en las brumas de la eternidad. Siendo la película una adaptación libre de la novela de H. G. Wells, Rod Taylor es un científico que construye una máquina capaz de incorporar a nuestra vida la cuarta dimensión. En el salón magnífico y coqueto de su pequeña casa londinense, decorado con una infinitud de relojes de todos los tamaños y diseños, desplegados por las paredes victorianas, en la chimenea, sobre las cómodas, con su música rítmica de los tic-tacs sonámbulos, George Wells/Rod Taylor explica a sus amigos reunidos que ha creado una máquina del tiempo; pero ninguno lo cree. A pesar de sus razonados intentos por hacerse entender, no lo toman en serio y acaban despidiéndose, porque se les hace tarde para regresar a sus casas y sus familias los están esperando -el tiempo, el tiempo- para celebrar la cena de fin de año. Sin embargo, David Filby sí sospecha que puede ser verdad, o eso nos parece por la expresión alerta de sus ojos al despedirse de su amigo, entre la incredulidad y el temor. Cuando George se queda solo, se adentra en el pasillo de su misteriosa casa y va al invernadero, sabemos que algo mágico puede estar a punto de ocurrir: allí encontramos la máquina del tiempo, hermosa en su diseño esbelto, con un asiento de terciopelo rojo. Tras ocuparla y tomar los mandos, todo el escenario comienza a transformarse a la velocidad de los años que se van consumiendo: porque cuando se detiene la máquina del tiempo ya no estamos en el último día de 1900, sino en 1917. El invernadero está completamente abandonado, como si nadie lo hubiera vuelto a abrir en diecisiete años. George Wells sale de la casa y la contempla: también está abandonada, con las ventanas cubiertas por tablas de madera. Cruza la calle, cree encontrarse con su amigo David Filby y lo llama; pero no es David Filby, sino su hijo, quien le cuenta que su padre ha muerto en la Gran Guerra. ¿Y que fue del dueño de la casa?, pregunta George. Nunca lo supimos, le responde el hijo de Filby, desapareció; pero mi padre mantuvo hasta el final la esperanza de que un día regresaría.

Para mí la ciencia-ficción es esto: tanto como el capítulo de Crónicas marcianas, de Ray Bradbury, en el que los astronautas descubren una ciudad en Marte en la que viven con total normalidad sus familiares muertos. Esta mañana lo he pasado en grande durante largos segundos -envueltos en esas gotas mágicas de eternidad perdida- recordando estas dos maravillas de la ciencia-ficción, o directamente de la literatura y el cine, al leer la estupenda crónica de Araceli R. Arjona en CÓRDOBA sobre la creación de El Refugio de Ryhope (elrefugioeditorial.com), la nueva editorial cordobesa de ciencia ficción, fantasía y terror, levantada por los editores de Bandaàparte. El nombre de la editorial tiene que ver con un mito compartido por los hermanos Antonio de Egipto y Marga Suárez, editores de Bandaàparte, en su primera juventud: Bosque Mitago, de Robert Holdstock, que los marcó como ruta o puerta abierta al género fantástico. Mucho de fantástico, de formidable apuesta tiene El Refugio de Ryhope, porque publicará libros de narrativa juvenil y para adultos, fantasía, ciencia ficción y terror, con autores españoles e internacionales, cómic y juegos de rol. Su primera novela será Escape de 21-13, de David Monedero, que narrará las aventuras de Luna, una muchacha que trabaja en una estación espacial reparando naves averiadas, que se verá abocada a una gran persecución estelar.

A Bandaàparte debemos un catálogo rico y heterodoxo, de fino paladar entre extraños contornos, con libros descubridores de un talento exquisito como Adán o nada de Ángelo Néstore o SuroesteYou, de José María Martín, una maravilla narrativa de road-movie con mapa en la guantera, la respiración de los contrastes y Carver, Auster y Shepard contenidos en una prosa sobria en su riqueza plástica. Solo con estos títulos mercería la pena, y mucho, el trabajo de estos editores; pero es que han publicado muchos otros libros, todos de interés. Por eso su nueva apuesta en la ciencia-ficción solamente puede recibirse con una expectativa alta, lo que mejora considerablemente el paisaje literario no sólo cordobés, sino también patrio. En los tiempos de crisis, la fantasía al poder. Brindaremos por ellos con el tiempo en las manos.

* Escritor