Unas declaraciones, y posteriormente un artículo en The New York Times, de Martin Scorsese, han generado una polémica cultural que, a pesar escapar veloz como nube del desierto, no deja de tener un enorme calado, pues el maestro del cine que nos lega obras maestras como Taxi Driver o Casino, sostiene que las películas inspiradas en el universo Marvel (héroes y villanos de comic) «son cintas destinadas al entretenimiento audiovisual mundial, no son cine entendido como arte». «Estamos -continúa- más cerca de los parques temáticos que de las películas tal y como las he conocido y amado durante toda mi vida (...) Lamentablemente ahora tenemos dos campos separados: entretenimiento audiovisual mundial y cine».

La reflexión, en mi opinión, vale también para darle sentido a la materia que, rodada por las redes sociales, llaman noticia o información, y aquella otra elaborada por periodistas profesionales que tratan de buscar la verdad y se les despacha con creciente dificultad y menosprecio. Ya sabemos que buena parte del manantial de información que surte esa máquina que mueve Google y otras viene fuera de contexto, mutilada o es simplemente es falsa; es de alguna manera equiparable a eso que Scorsese llama materia para el entretenimiento (unos tratan de hacer disfrutar con la mentira, otros con la épica y los sueños heroicos y simples que el mundo del TBO inspira).

Forman parte del mismo movimiento que, quizás sin pretenderlo al iniciar su hégira a finales del pasado siglo, deriva en el arrinconamiento, nunca proclamado y menos admitido, del periodismo libre y de contraste o del cine como arte. Es verdad que los consumidores acompañan al mercado y los fondos de inversión animan a sus producciones, pero burla burlando se barre la cultura expresa en todas sus artes de manera tan sigilosa como peligrosa.

Desde escasas instituciones políticas o económicas (y también sociales) se habla de cultura o se manifiestas sorpresa por el achatarramiento al que se la somete.

El espectáculo lo cubre todo con su mantel dorado, y en las mismas salas de cine que antes vimos El Padrino hoy triunfa Spider-man. Como si una producción y otra fueran lo mismo; como si Jacques Brel transmitiera parecida verdad que C. Tangana.

La literatura compleja y de altura languidece, en tanto que algunos de sus autores con acceso a los media emiten gritos (también gemidos) de socorro estirando el cuello más largo del Guernica. Los plásticos se esconden en los almacenes con sus cuadros empaquetados y la música de conservatorio es silente partitura que acumula polvo. Nadie ha afirmado que el arte de Scorsese, Coppola o Kubrick sea degenerado llamando quizás a una antorcha, pero la belleza y emoción que tantos artistas nos entregaron desde la mitad del pasado siglo hasta aquí cae en el desván de la indiferencia cuando no de la incomprensión. Confiemos en que no haya humedades o algo peor: fuego.

* Periodista