La actualidad son los arcos de Medina Azahara, la ciudad del pasado omeya de Córdoba --donde hoy se entregan los premios de pintura convocados por este periódico--, en la que el espacio abierto entre dos muros lo fueron ocupando el miércoles nombres de relevante coyuntura. Mientras el catedrático Juan Pedro Monferrer Sala hablaba en la Delegación de Cultura de la Junta --donde estrenó Ayuntamiento Julio Anguita-- de esta ciudad, y también de Petra, en las jornadas Madinat Al-Zahra, Patrimonio Mundial, que ha organizado la Real Academia, Máxim Huerta dejaba de ser ministro de Cultura --por haber defraudado a Hacienda-- del novedoso Gobierno de Pedro Sánchez quien le daba el relevo al almeriense José Guirao, exdirector del madrileño Museo Reina Sofía y de La Casa Encendida, un experimento cultural en el corazón del barrio de Lavapiés en cuya terraza la imaginación se desentiende de los cielos contaminados de Madrid. Muchísimo antes, cuando a José Manuel Escobar Camacho le quedaba aún bastante tiempo para comenzar su charla sobre Madinat Al-Zahra en la historiografía local cordobesa, que lo hizo con notable retraso porque se había alargado en su disertación el conferenciante anterior, a Julen Lopetegui, el hasta ahora seleccionador de fútbol, le arrebataban el equipo nacional --que Luis Rubiales, presidente de la Federación Española, se lo daba a Fernando Hierro--, y lo mandaban para España, más concretamente para (el) Madrid. Iñaki Urdangarín, marido de la infanta Cristina, anduvo todo el día de un lado para otro esperando un milagro que lo alejara de la cárcel que se le acerca. Mientras los colegiales de la calle Previsión esperan que lleguen las vacaciones de verano para no volver a escuchar en septiembre el ruido de unas obras que los perturban desde hace ocho meses --¡ay! de las empresas que un día dicen una verdad, en Regina, en el Palacio de Congresos o en la calle Previsión, y al siguiente una mentira con apariencia de excusa--. No sé dónde andaría el miércoles José Ramón Sandoval, el ya exentrenador milagro del Córdoba, pero se merece ocupar uno de los arcos de Medina Azahara, esa ciudad del pasado omeya de Córdoba, un espacio a lo mejor no muy acorde con la concepción del Islam como religión urbana pero sí uno de los recursos mejor concebidos por cualquier arquitectura. Parece ser que estamos en otros tiempos, en esos en los que parece ser que un familiar de reyes no las tiene todas consigo, como cuando la Edad Media. Ni un ministro, ni un presidente de la Federación Española de Fútbol, ni un entrenador de la Selección. Seguro que los arcos de Medina Azahara, esa ciudad del pasado omeya de Córdoba, han tenido algo que ver.