Rafael a veces ha sido representado junto al perro fiel que seguía a Tobías. Rafael es el ángel bueno que acompañó a Tobías, le dio un viaje fácil y le devolvió sano a la casa de Tobit, su padre. También ha sido representado con aquel pez que saltó desde el río Tigris y que quiso devorar el pie del muchacho. Por consejo de Rafael el joven Tobías agarró por las agallas aquel pez, le sacó la hiel, el corazón y el hígado y los conservó como remedios útiles. La hiel sirvió para acabar con la ceguera del anciano Tobit. El corazón y el hígado, puestos sobre las brasas donde se quemaban los perfumes, expulsaron con sus olores al demonio que castigaba a la que iba a ser su esposa.

El arcángel ha sido representado por los mejores artistas del universo. En 1652 lo pintó Antonio del Castillo para la ciudad de Córdoba con sus alas, su pez agarrado por el dedo corazón de la mano izquierda, como joven de tez clara desprovista de espiritualidad porque era el guardián de la ciudad que mantiene la cartela en su mano derecha con un perro sentado y vigilante.

El de Tiziano es un Rafael muy distinto pues el ángel da la mano a Tobías niño y señala con su mano derecha hacia el horizonte en dirección a Ecbátana, donde estaba la casa de Ragüel. Ambos personajes no son estáticos sino que se miran con cierta complicidad iniciada en el momento en que los dos dejan la casa de Tobit. Una complicidad entre lo visible y lo invisible. En el cuadro de Tiziano caminan juntos porque acaban de iniciar el viaje según se relata en el capítulo 6.2 del libro de Tobías: «partió el muchacho en compañía del ángel y el perro le seguía». No hay pez en el cuadro de Tiziano porque aún no han llegado al río Tigris desde donde saltó «un gran pez».

Siempre me pregunté por qué el perro los mira de esa manera en el cuadro de Tiziano.

La del perro es una mirada de fidelidad y no guardiana que contempla el pacto de ambos personajes. Es un perro pequeño, blanco y ligeramente pelado, que representa la mirada de Dios sobre el mundo. No es perro guardián porque el ángel de la guarda ya acompañaba a Tobías. Se puede disfrutar del color vívido y luminoso, del caminar de la mano del ángel y el niño, imagen de la alianza de dos mundos que se hayan muy distanciados.

El Rafael de Antonio del Castillo está solo, plantado ante la peste con el pez sanador de enfermedades, pero en el que se pierde el sentido de lo invisible. Cuando pensaron mudarlo fuera del Ayuntamiento de Córdoba comenzó la muerte de una civilización de la que huía el ángel pero que confirmaba que el Dios de los nómadas, como Tobías, tiene su templo en el corazón de los cordobeses.

El Rafael de Antonio del Castillo se restauró y está expuesto en la magna exposición organizada por Bellas Artes en Córdoba. El de Tiziano está en Venecia, es ángel que conoce todas las rutas y en detalle todos los caminos en tanto que el de Castillo es el que expulsó los demonios de la peste que arrasaba la ciudad de Córdoba. Tobías de Tiziano partió sano y volvió sano en tanto que el de Castillo, invisible, entra y sale por todas las puertas de Córdoba indemne, gracias a nuestro Custodio.

Rafael anunció al ciego Tobit que sus ojos verían regresar sano a Tobías y así sucedió y también anunció a Roelas que guardaría de todo mal a nuestra querida Córdoba. Son dos Rafael, uno custodio y otro, caminante.

* Catedrático emérito de la UCO