Porque la enfermedad siempre se inicia cuando dañamos el alma, expulsándola de su orden natural al que pertenece, y dislocamos ese orden en nosotros mismos y en lo que nos rodea. El sufrimiento al que nos sometimos a causa de nuestro egoísmo nos ha traído a esto. Lo que ahora tenemos no es más que lo que veníamos sembrando desde hace… Yo lo pongo en cincuenta años atrás, cuando la generación que ahora ya caduca salía de la profunda herida de dos guerras mundiales y el terror atómico, y nos sumimos en una nueva Edad Media. Mi generación, con su palabrería de niños aburridos, creó la revolución de acabar con las revoluciones, y haz el amor y no la guerra, y ecología, no a la sociedad de consumo, no al capitalismo…

Se nos fueron las tardes en soflamas de cafetería de facultad, en interminables peroratas anti burguesía, en corear canciones protesta y alardear de asistir a los grandes conciertos de cantautores iconoclastas. Al fin y al cabo todo fue dinero, porque todo era una pose. Y alimentamos a nuestros hijos con toda aquella mentira. Así hasta que eclosionó este destrozo de deshumanización con el móvil, la contaminación más terrible, la naturaleza ahogada en basura, los bosques arrasados con incendios y excavadoras, para alimentar nuestra insaciable opulencia, quedarnos sin especies animales, sin lluvias, sin aire, sin paisajes. Y nos corrompimos la dignidad con la demencia de consumirlo todo, hasta llegar a no haber tiempo para nada. Y la necedad que había incubado nuestro egoísmo nos acomodó en que esa situación seguiría así para siempre. ¡Qué poco conocemos nuestro lugar en el universo! Nuestra estúpida prepotencia nos hizo creer que somos nosotros los que mandamos en la vida. Y nos asentamos en la mentira de las apariencias. Carril bici, comida natural, crecimiento personal, autoayuda, (¡cuánta soledad en esta palabra!), pacifismo. Tenemos a tres cuartas partes del planeta muriéndose en la miseria, pero nosotros nos permitimos gastar toda el agua, toda la energía y todos los recursos naturales, porque podemos pagarlos.

Ahora, cuando seguimos engañándonos de que vamos a volver a nuestro sueño, ¿aprenderemos por fin, o esta generación que incubamos y que nos ha sustituido seguirá con la misma palabrería vana con la que la maleducamos?

* Escritor